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domingo, 29 de septiembre de 2019

Historia de un amor oscuro



Aún recuerdo la primera vez que lo vi. Estaba parado junto al balcón con esa pose tan particular que lo caracterizaba, el pie izquierdo flexionado detrás del derecho y las los brazos cruzados. No miraba nada en particular. Un arete pendía de su oreja izquierda y le daba cierto reflejo a la mitad de su cara. Vestía completamento de negro; los jeans algo deslavados, la playera negra con una imagen en colores neón y una chamarra de cuero.Yo salía del salón y su imagen me golpeó como un choque, fuerte e inevitable. En mi cabeza le he puesto miles de canciones como soundtrack a ese momento. Quisiera decir que éramos el uno para el otro, pero lo cierto es que no lo éramos, ni lo somos ni lo seremos. Estos son quizás, los últimos recuerdos que me quedan de él.

I was dark, but he was darker.
No voy a relatar el intermedio porque no importa demasiado. La primera vez que lo besé supe que esa era el sabor que quería probar toda mi vida. Agridulce, exactamente como él. A veces cierro los ojos y aún puedo recordar la sensación de su piel. Pero esta no es una historia de amor, nunca lo fue. Yo siempre he sido un caos, y quizás por eso es que lo atraigo. Estaba mi rota, pero tal vez esa fisura era el único lugar por donde me entraba un poco de luz. Mi madre nunca lo entendió, no sabía porque yo era así, e intentó arreglarme, muchas veces, lamento que sus esfuerzos no hayan funcionado. Yo quería ser su luz, pero ambos éramos oscuridad. ¿Cómo puedes ser la luz de alguien si tu también estás en la penumbra? 

Besos y Sexo. Queríamos salvarnos, pero ambos estábamos demasiados dañados para hacerlos. Éramos ladrones, nos robábamos la felicidad del otro creyendo que construiríamos un paraíso. Era el Clyde de mi Bonnie. Buscábamos desesperadamente la luz en el otro pero siempre bailábamos al borde del abismo. Nos apresurábamos a un completo caos sin retorno.Y aún así, para mí era un hermoso caos.

Nos perdíamos en la habitación, no necesitábamos más que cigarros y rock. Yo bailaba al ritmo de su canción favorito, mientras él me contemplaba en las sombras. Discutíamos y gritábamos, y después nos besábamos como si no hubiera un mañana. Hasta que un día todo se rompió.

A veces me pregunto como sería todo si aún estuviésemos juntos, pero ahora él se ha convertido en fantasma de mis versos, y yo en una memoria que resucita cada dos años. Ahora no somos más que un sueño, un recuerdo, pero a veces él viene a mi mente, sobre todo cuando escuchó esa canción. 

Yo sigo siendo un caos, y él probablemente también. Es nuestra naturaleza. Éramos oscuridad sin balance. Y ahora solo queda nuestra historia, la historia de un amor oscuro.

*****
Nota: Esta historia es ficticia, no se encuentra basada en ninguna persona real. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

lunes, 27 de agosto de 2018

La lucidez del Quijote




Recuerdo que, hasta hace un par de meses, cuando hablaba con Sancho de mis infortunios, él me decía, con en esa paciencia que lo caracteriza, "ya pasará, el dolor pasa, ya lo verá". Yo hacía un ademán y decía que él no lo entendía. Por supuesto que lo entendía, dado que él también ya tenía cierta experiencia en esto que a mí me gusta llamar "los infortunios amorosos". No es que yo no lo tuviera, solo que mi actual situación era en verdad, desafortunada. Prácticamente, yo estaba enamorado de una persona que no existía, o al menos, era consciente de eso cuando recuperaba la lucidez, sin embargo, cuando volvía a sumirme en aquella surrealidad, o irrealidad tal vez sería un término más adecuado, me rehusaba ante tal posibilidad. Oh Dulcinea, mi dulce Dulcinea. 

Me parecía un total disparate que semejante mujer hubiese sido un producto de mi imaginación, estaba convencido de que ella existía, quizás no aquí exactamente, pero si en algún lugar. Recuerdo que cuando Sancho me dijo que Dulcinea era en realidad Aldonza, me pareció una ofensa, como es que podía comparar a mí señora con esa vulgar campesina. Me rehusé a creerlo. A veces aún lo hago. Sancho me dijo en múltiples ocasiones que Dulcinea no era como yo creía, no era como yo la había creado. Quizás tuviera razón pero yo no podía creerlo.

¿Como era posible que no existiera aquella perfecta dama por la que yo había peleado contra gigantes? ¿A la que le había escrito cartas? Cuando volvía a mi estado lúcido, él cuál no era de mi agrado siendo sincero, porque me parecía aburrido y patético, me preguntaba si no había sido precisamente ella, la que me había lanzado a la locura. Quizá, y se lo agradezco. Gracias a ella una parte de mi vida estuvo llena de aventuras.

Sancho me dice que ya la olvide, pero es que él no lo entiende. O tal vez si, es que él es muy sabio. A veces pienso en ella mientras miro por la ventana y tamborileo los dedos en alféizar y veo unos extraños molinos de viento que se agitan al compás del aire y la llamo: oh Dulcinea, mi dulce Dulcinea. Incluso a veces, cuando tomo un paseo por el bosque, puedo jurar que los árboles me susurran su nombre, puedo jurar también, que los pájaros también lo dicen en una dulce melodía.

Oh Dulcinea, me pregunto dónde éstas. Si estás durmiendo apaciblemente u observando el cielo nocturno, o sí estás dando un paseo alegremente por el jardín. Me pregunto si te habrán llegado mis cartas y si aún me estás esperando. Quizás pronto vuelva a ti mi Dulcinea, quizás pronto nos reunamos de nuevo. 

Creo que debo parar aquí. Escuchó a Sancho a lo lejos. Viene a darme un menjurje para que me recupere. ¡Ja, como si yo lo quisiera! Ay Sancho, el buen Sancho. Ojalá supiera que yo no extraño la realidad, que yo soy feliz en la locura, porque es ahí, donde puedo estar con ella, con mi Dulcinea.

****
Nota: Como es fácil de deducir, esta historia esta basada en la novela "El Quijote", aunque debo admitir que nunca la he leído, así que me tomé libertad creativa.
***
Esta historia esta dedicada a Clarita. Saludos.

martes, 27 de marzo de 2018

El fin del mundo...

 
 
 
Mientras recorria las calles los recuerdos me llegaban como las olas del mar. Despues de mucho tiempo habia vuelto a "B", sin embargo esta vez la luz con la que miraba aquel lugar me parecia diferente a la de aquella primera vez. Ahora todo me parecia melancolico y gris, quiza favorecido por mi estado de animo y la advertencia de una lluvia que se avecinaba,
 
Recuerdo que, aquella primera vez, el ruido de mis tacones golpeaba con impetu las baldosas de aquel lugar. Ahora yo caminaba sin ganas, casi arrastrando los pies. Porque habia vuelto? Porque necesitaba recordarlo, aunque sea por ultima vez. Queria respirar el aire de aquel lugar, para ver si aspiraba, aunque sea, un poco de su esencia. Queria pisar las mismas calles por las que el alguna vez habia andado. Queria observar los edificios que habian visto sus ojos. Queria que aquel lugar, cuyo nombre ya no importa, me trajera el eco de su voz, el recuerdo de su existencia.
 
Las lagrimas empezaron a brotar y me recargue sobre uno de los edificios. Tenia que recobrar las fuerzas. Sujete la carta con fuerza y me recorde que todo lo que yo imaginaba, el ya lo habia hecho con ella. Una vez mas, senti como el Corazon se me resquebrajaba a pedazos. Me limpie las lagrimas y continue mi camino hasta el jardin principal. Tenia que seguir las instrucciones que Melquiades me habia dado.
 
Recorde aquella noche en que todo termino. Hacia frio y yo esperaba darle una sorpresa. Quien hubiera predecido que la sorpresa me la llevaria yo al verlos caminar por aquel lugar, tomados de la mano. Cuando lo vi, el se sorprendio. Yo descargue mi furia, pero la unica que dijo algo fue ella. El no me siguio, el se quedo con ella. Ahora se encontraban en algun lugar, seguramente, tomados de la mano.
 
Y ahora era momento de acabar con todo esto. Se acercaba el fin del mundo. Dentro de poco ya no quedaria rastro de este lugar, cuyo nombre no importaba ya porque no seria recordado, se borraria del recuerdo de las personas y se iria junto con mi dolor y mi tormentoso recuerdo. Me dolia el Corazon pero eso tambien pronto se terminaria. El dolor por fin desapareceria.
 
Llegue hasta la plaza principal. Mire hacia todos lados. Sabia que todo era cuestion de minutos. Suspire. Senti que no podia hacerlo. Al fin y al cabo este lugar era lo unico que me quedaba de el, lo que quedaba de nosotros, de lo que alguna vez fue. Pense que seguramente una parte de el se iria conmigo, estaria conmigo para siempre. Aunque tal vez el ya no me recordaria.
 
Mi abuela alguna vez me dijo que teniamos que aprender a vivir con el dolor. Y lo intente, pero a veces no es tan facil reparar un Corazon dañado. Observe aquel lugar y trate de imprimirlo en mi memoria. Pronto desapareciriamos de este mundo, como Macondo.
 
Rompi el sobre y commence a leer:
"Pasaron muchos años para conocerte, para coincidir. Veintiocho para ser exactos. Te amo y te amare hasta el ultimo Segundo que este aqui parade leyendo esta carta. Incluso te amare despues de que este lugar desaparezca y yo junto con el. A veces llego a mi preguntarme si todo esto no fue solo un sueño, y que tu y yo existimos el algun mundo paralelo. Tal vez.
Siempre quise un nosotros, pero ahora me doy cuenta que siempre es tan solo un adverbio. Volvi a este lugar donde tu viviste, para respirar un poco de ti, de todo lo que eras. Ahora me ire, me convertire en polvo de estrellas y podre verte de lejos. Quiza no estabamos destinados a estar juntos, quiza estas destinado a alguien mas. Solo queria decirte que te he extrañado todos estos dias, y que el tiempo dejo de avanzar desde aquella noche. Quizas asi deba terminar esta historia, como al principio, que no habia nada. Tan solo recuerda que te quiero, te quiero, te quiero."
 
La carta se termino, mientras el viento se llevaba aquel lugar y desaparecia de la faz de la tierra.
 
++++
Nota: Esta es una obra de ficcion, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia. Esta obra esta inspirada en "Cien años de soledad" de Gabriel Garcia Marquez por lo que se menciona tanto a Macondo como a Melquiades.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Tentación




Me dirigí hasta la suite 101. Mientras subía en el elevador respiraba profundamente, tratando de pensar detenidamente en las palabras que iba a pronunciar. Las puertas se abrieron y caminé por el pasillo, pausadamente, a diferencia de otras veces en las que el anhelo se apoderaba de mí. Llegué hasta la puerta blanca, y sentí como el corazón se me hundía. Tenía que hacerlo, me lo repetía una y otra vez. Deseaba haber tomado más alcohol. Deslicé la tarjeta y entré.

Allí estaba él, sentado sobre la cama, contemplando el paisaje a través de la ventana. La habitación era blanca, impoluta, y por primera vez, me sentí totalmente fuera de lugar, con mi vestido negro y mis tacones rojos. Yo no cuadraba allí, y sentí que jamás lo había hecho. M se levantó y caminó hasta donde yo estaba. Se plantó delante de mí, y sin decir nada, me apartó el mechón de cabello de la cara. Ahora podía ver sus ojos, y sentí que morí. Siempre me había sentido cautivada por sus ojos, sus ojos cafés, profundos e insondables, misteriosos y hermosos. Podía hechizarme con su mirada. 

-Tardaste - dijo.

No contesté. No quería hablar, no quería darle explicaciones. Hice acopio de todas mis fuerzas para no lanzarme a sus brazos. 

-Hay algo que quiero decirte - inmediatamente se me hizo un nudo en el estómago.

M caminó de vuelta a la cama y se sentó. Hizo ademán de que me sentara a su lado pero yo preferí estar de pie. 

-Es serio entonces - comentó al ver que no me sentaba.
-Creo que debemos dejar de vernos - dije lo más rápido que pude antes de que la cobardía se apoderara de mí.
-¿Puedo preguntar porqué? - arqueó las cejas y yo sentí que me derretía. 
-Creo que es lo mejor - respiré - para mí.
-Ya veo - M no decía mucho, él siempre había sido de pocas palabras. Pero yo sí deseaba que dijera algo más, aunque bien sabía que eso no pasaría.

Se levantó de la cama y caminó hasta el balcón, yo lo seguí. Contemplamos la ciudad, los grandes edificios que nos rodeaban y la luz que se reflejaba sobre ellos dándoles un aspecto brillante. Después me giré hacia él, quería verlo lo más que pudiera, quería llevarme su recuerdo grabado en la memoria y en mi cuerpo. Cerré los ojos imaginando sus manos recorrer mi piel. 

-¿Porqué es lo mejor para ti?- su voz me sacó de mi trance.
Rebusqué en los rincones de mi mente alguna mentira, traté de recordar el discurso que había preparado junto con mi amiga, pero fue en vano, todas las palabras se habían borrado de mi mente. Así que opté por la verdad.
-Me duele que no seas para mí. 
M asintió. 
-Teníamos un trato.
-Lo sé - dije sin poder evitar que la voz me temblara un poco - y violé una de las reglas.
M seguía contemplando una vez más. Me acerqué más él y puse mi mano sobre su pecho.
-No puedes tocarme - dijo. 
-Lo sé - agregué - pero lo mío nunca han sido las reglas - supe que en ese momento debí irme pero no pude. 
Nuestras miradas se cruzaron y en ese momento supe que si él me lo pedía haría lo que quisiera. 
-Quisiera que fueras mío.
Se encogió de hombros, como lo hacía con regularidad. Era su forma de decir "no tengo nada que decir". 
La luz lo bañaba y yo solo pensaba en lo bien que se veía. El deseo comenzó a despertar en mí.
-No puedo darte lo que me pides.
- Lo sé - y esta vez no traté de ocultar el pesar que me ocasionaban sus palabras - lo supe desde el principio.
Permanecimos en silencio un buen rato. Quizás ya no había que decir. 

-Una última vez - dijo M, colocando su cabeza de lado. Adoraba ese gesto, y él lo sabía. Me tomó de la mano y entramos a la habitación. 
Me colocó de espaldas y sentí su labios en mi cuello. La piel se me erizó al instante. Estaba cayendo hacía la tentación, y tenía, debía, detenerme pero no quería. Tan solo deseaba hundirme en el profundo abismo al que él me llevaba. Colocó sus manos sobre mis pechos y comenzó a bajarme el cierre del vestido. La respiración se me entrecortó. Mi mente me decía que me fuera y lo dejara allí pero el resto de mi cuerpo deseaba permanecer allí bajo su hechizo. Me giré hacia él y lo miré a los ojos. Estaba condenada. Seguramente pagaría muy caro esta tentación. Lo besé. Sus labios me volvían loca. Estaba perdida y nunca me sentí tan bien por estarlo.

Comenzó a quitarme el vestido y contemplé la cama. Imaginé a otra mujer desnuda sobre ella, la que pronto me reemplazaría, porqué así era M. Yo me iría y el conseguiría a alguien más. Yo me iría, amándolo, y él pronto ya no pensaría en mí. El pensamiento me hizo sentir una punzada en el corazón. Lo sabía desde el principio, que nunca podríamos estar juntos. Pero acepté su propuesta porque nunca he creído en las historias de amor. Qué ilusa. Y ahora lo estaba pagando muy caro. Quise llorar pero lo suprimí. Era la última vez, no podía llorar.

Me ató las manos y me colocó en la cama. Me besaba mientras yo estaba bajo su mando, sin poder tocarlo. Así había sido siempre. Se colocó sobre mí y me miró. Observé sus ojos, y pensé que me perseguirían por siempre, y quizás lo deseaba. Me alcé lo más que pude para besarlo pero él se apartó. Lo odié con todas mis fuerzas en ese momento. Entonces me sentó sobre la cama y empezó a desatarme las manos. Me quedé en shock. Nunca lo había hecho. Hecho el lazo al piso y me miró. No dijo nada, como siempre, pero no era necesario. Nos besamos. Podía tocarlo esta vez, porque era la última vez.

***
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.

domingo, 24 de septiembre de 2017

A short story: Part II




II

Sopesé por un instante sus pregunta. No, si era honesta conmigo, la respuesta era no. No quería mi corazón de vuelta. Si lo tuviera de nuevo me traería mucho dolor. 

-No - le respondí - aun te pertenece. Él sonrió. 
-Bien entonces te quedarás en la jaula - dijo despreocupadamente.
-Pero quiero salir - supliqué.
-No puedes salir sin un corazón. - No dijo más y se marchó. 

Todo volvió a oscurecerse, y las paredes se pusieron frías. Me senté abrazando mis rodillas pensando en lo que había pasado. Recordé donde había estado antes de haber despertado en este lugar pero no lograba hacerlo. Lo más reciente que recordaba era aquel fatídico día de nuestra ruptura. Entre gritos y lágrimas nos habíamos dicho cosas hirientes. Pero entonces recordé la frase que me rompió:

-Escucha, hay alguien más.

Cuando dijo eso sentí qué dejé de respirar, y pude escuchar un "crack" dentro de mí. Y fue entonces que todo comenzó a derrumbarse. ¿Como se atrevía a decirme eso? Después de todo lo que habíamos pasado, los buenos y los malos momentos. Todos ahoran me pasaban por la mente, como un amalgama de fotos sobrepuestas, una tras otro recordaba nuestros momentos, sobre todo aquello en los que fuimos felices. Medité en la conjugación verbal de aquella frase, "fuimos", desde aquél fatídico día, todos los verbos se habían transformado en pasado. Ya no habia cabida para un "somos" y mucho menos para un "seremos". Quería llorar pero no podía, porque me hacía falta mi corazón. 

Todos me decían que me recuperaría, que encontraría a alguien más, pero yo me había sumido en un mundo gris. Me había refugiado en mi tristeza y en mi dolor. Suspiré. ¿Cuántos días más tendría que pasar en este lugar? El tiempo pasaba, y yo no hacía nada más que andar de acá para allá, sentarme, acurrucarme y recordar.  Supongo que me quedé dormida, porque una luz me despertó. La jaula estaba iluminada de nuevo, pero para mi sorpresa esta vez no era él. Había una mujer hermosa del otro lado de la jaula. Llevaba un vestido largo hermoso, y tenía una larga cabellera castaña. Resplandecía. Si mis ojos no me engañaban, aunque lo más probable era que sí, diría que parecía un hada madrina, aunque no vi que tuviera alas.

-¿Como estás Iris? 
Me desconcertó. Sabía mi nombre! Me levanté y caminé lentamente hasta ella. Me miraba de una manera casi maternal, con un brillo especial en sus ojos. 
-Quiero salir - le dije - ¿puedes ayudarme?
-Para salir necesitas un corazón, y tu no quieres de vuelta el tuyo.
-Aún lo amo - bajé la mirada. La mujer colocó su mano sobre la mía.
-Lo sé, quizás siempre sea así. Pero eso no implica que tengas que vivir aquí por siempre.
No entendía. 
-Allí esta la puerta - señaló una puerta que estaba detrás de ella pero que yo no me había percatado que estaba allí. - Pero para salir necesitas tu corazón.
-¿Porqué? - sentía que estaba pasando algo por alto.
-Necesitamos sentir para vivir - su tono era dulce - Y para vivir tenemos que sentir alegría, tristeza, dolor, enojo, amor. Las emocional nos impulsan, no somos nada sin ella.
-Aún duele - dije -
La  mujer extendió su mano a través de la jaula y me acarició el cabello.
-Lo sé, y lo seguirá haciendo por un tiempo más. Pero estarás bien.
Estaba cansada de escuchar aquella frase.
-¿Como lo sabes? - 
Ella sonrió pero no contestó.
-Tu creaste esta jaula - dijo y me desconcerté aún más.
-Yo no, yo... - tartamudeaba tratando de encontrarle sentido a lo que había dicho. - Yo no construí esto! Yo quiero salir!
-Lo hiciste - declaró - creaste un lugar para refugiar tu dolor, pero lo transformaste en una jaula, y ahora no deseas salir.
-Pero quiero hacerlo! ¡Quiero salir! ¡Pensé que me ayudarías!
-Solo tú puedes pedir tu corazón de vuelta, sin embargo deseas que él lo tenga, porque quieres seguir en este lugar, en tu propio dolor. 
La miraba, sorprendida por sus palabras pero ella seguía tan inmutable como al principio.
-No puedes ganar en el amor - dijo - no puedes esperar a que él regrese, a que te diga que estaba equivocado y que tú tenías la razón. No puedas esperar a que termine a la otra persona para estar contigo. Tal vez lo ames aún, pero si todo eso sucediera no regresarías con él porque lo amas, regresaría solo para regocijarte, para aceptar que tu ganaste, pero así no funciona. 
Traté de decir algo pero no podía, quizás tuviera razón.
-En el amor tenemos que estar dispuestos a perder, a perder un poco la razón, a perder el miedo, a perder la pena, a perder cosas materiales para que otras más importantes puedan florecer. A perder el sueño, a perder nuestra zona de seguridad para aventurarnos en algo que no sabemos a dónde nos va a llevar. Incluso a perder algo de nosotros mismos para ser mejores.
La miré, sus palabras retumbaron  en mi mente. Quizás tenía razón. 
-Para salir también debes estar dispuesta a perder - lo dijo tan naturalmente, como si estuviera hablando sobre el clima y yo estaba tratando de asimilarlo todo.
-Tengo que irme, cuándo estés lista llámalo. -dicho esto se fue, resplandeciendo a su paso mientras yo volvía a sumirme en la oscuridad.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Work of fiction: Rollin' in the deep

Podría decir que aún sentía su presencia. Quizás se debía a que estaba rodeada por cosas que le habían pertenecido. Había ropa esparcida por el suelo, el olor de su perfume aún impregnaba el aire que me rodeaba, mientras yo me encontraba sentada en medio de todo ese caos, con un cigarro que se consumía con cada segundo que pasaba. La canción sonaba una y otra vez, porque yo la repetía en cuanto terminaba. Deseaba seguir llorando, pero por alguna extraña razón parecía que se me habían terminado las lágrimas. Exhale.
Sentí que un vacío profundo se formaba dentro de mí. Fumé para tratar de llenarlo con humo, sinceramente no me importaba con qué. Quizás ese vacío le pertenecía a él, y se la llevó consigo cuando se fue. Tal vez. Aunque suene a cliché,  y un tanto patético a la vez. Pero yo quería hallar una explicación. 

Sabía que mis vecinos me reclamarían. Primero por la discusión, y luego por repetir mil veces la misma canción. ¿Acaso a ellos nunca les han roto el corazón? Tenía la esperanza de que regresara, de que esto hubiera sido un mal sueño del que pronto despertaría y que volveríamos a estar seguro, pero sabía que solo eran falsas ilusiones que me creaba para sobrellevar el dolor.

Seguía sin comprender en que momento nos habíamos roto.En qué momento había aparecido ese fisura que poco a poco se había expandido entre nosotros, hasta separarnos. No lograba averiguarlo, por más que pasaba todo una y otra vez por mi mente. Yo sabía que tenía parte de la culpa, y deseé volver en el tiempo parar reparar mi error. Pero ya era tarde.

Recogí el celular que yacía en el suelo con la pantalla estrellada. En ella se dibujaba una foto de nosotros, de nuestra última cena. Nos veíamos felices. No pude evitar pensar que solo era una fachada. Al día siguiente casi ni hablamos. Parecía que las palabras se nos habían escapado de la boca, que los besos habían perdido su magia, y que los abrazos eran, tan solo, una mera formalidad entre dos compañeros de negocios. Habíamos sido consumidos por la misma llama de nuestro amor, una llama que parecía ser inagotable, poderosa, ardiente. Y ahora nos habíamos convertido en 
cenizas.

Comencé a sentir rabia, por no haber actuado a tiempo, por haberme convertido en cómplice de nuestra ruptura. Lancé mi celular hacia el espejo que tenía enfrente. Lo hice con todas mis fuerzas. El espejo estalló en miles de pedazos, y contemplé el espectáculo expectante, maravillada ante la idea de que representaba mi propio corazón. Las piezas cayeron en silencio sobre la alfombra que cubría la sala.  Los trozos del espejo brillaban, añadiéndole un reflejo especial a la habitación.Me parecía un espectáculo hermoso, y nostálgico a la vez.

Me quedé mirándolo, extasiada, hasta que la sensación de lluvia me trajo de vuelta a la realidad. No sabía como, pero llovía, como era posible? Yo me encontraba en el mismo lugar, en la sala de mi departamento, pero una lluvia torrencial se espacia por todo el lugar. Pronto estuve empapada, y con un poco de frío, pero con una sensación distinta, liberadora. Quizás estaban lloviendo mis lágrimas.

Desperté en el centro de la sala, rodeada de la ropa y demás artefactos. Me levanté de golpe y me toqué la ropa, estaba seca, al igual que la alfombra. La música se había detenido. No tenía idea de cuanto tiempo había pasado, y la verdad no importaba, porque para mí el tiempo era distinto. Levanté los vidrios y la ropa, tiré el celular, tomé un año y me cambié la ropa. Me maquillé y me vestí, después prendí un cigarro y me senté sobre una silla en la sala. Y esperé.



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Nota: Esta es una historia de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Work of Fiction: Reencuentro


Caminaba deprisa por la acera esperando que la lluvia no cayera sobre mí. El cielo se había pintado de gris desde la mañana, variando los tonos mientras jugaba con nosotros, haciéndonos adivinar el momento en que dejaría caer el agua sobre nosotros. Sin embargo, a esta hora el cielo estaba casi negro y la amenza de lluvia se había transformado en tormenta. Mire mi reloj. Marcaba las 6:15 p.m. Me reproché a mí misma el no haber traído el paraguas. Resignada, continue mi camino.

Doblé la esquina y me detuve en seco. Fue ahí cuando lo vi. Por un momento creí que había empezado a llover porque escuché el sonido de un trueno espantoso. Pero no me estaba mojando. Me paralicé. Todos mis pensamientos me abandonaron. Frente a mí yacía su figura. Él también me miraba mientras se llevaba el cigarro a la boca. Quise darme la vuelta pero ya era demasiado tarde. Y entonces, cuando pensé que mi mente ya no volvería a funcionar, un torrente de recuerdos pasaron frente a mí. Todos demasiado rápido  como para poder concentrarme en ellos, un flash de recuerdos que no paraba. Me llevé la mano a la cabeza tratando de recuperar la concentración. En ese momento sentí un crack dentro de mí. Un terremoto me sacudía por dentro ocasionandomé fisuras que se iban expediendo poco a poco.

Se suponía que no volveríamos a vernos. Nos habíamos separado hace ya algún tiempo, cada quien había seguido su camino y eso era todo. Yo había cerrado ese capítulo en mi vida. O eso creía. Porque tenía que reencontrarme con él? Para mí eso desafiaba todas las leyes de la física, o de la lógica. Lo miré, y eso me bastó para recordar el sabor de su boca. Quisé caminar pero después que haría? Iría hacia él o daría la vuelta? No sabía y por alguna razón no quería averiguarlo.

Miré hacia el cielo esperando que la lluvia cayera en cualquier momento. Deseaba que se desatara con toda su furia, que me empapara y que me ayudara a escapar de este momento. Lo mire de nuevo. Quise llorar pero me contuve. Di un primer paso. Me recordé a mi misma que su presencia no tenía porque detenerme, que todo era parte del pasado, que yo me había vuelto más fuerte.

El segundo paso me recordó el momento en que terminamos. Los siguientes, me trajeron recuerdos de nuestra relación. Lo buenos momentos y los malos. Las peleas, los paseos, los besos, y las caricias. Sentí que la respiración se me cortaba, y que un intenso dolor se apoderaba de mi cuerpo pero no me iba a detener. Porque había regresado? 

Mientras caminaba hacia él, los recuerdos pasaban ante mí, era una sensación extraña. Como si la realidad hubiera colapsado y se hubiera abierto un agujero en el tiempo, y me hubiera transportado a todos esos momentos en qué estaba junto a él. Por un momento sentí que comprendía el significado de las cosas, que entendía todo aquello que me había parecido incomprensible en otro momento.

Aunque la distancia entre él y yo era corta, a mí me pareció infinita. El sonido de las manecillas del reloj me llegó, pausado y distante, no con su habitual rapidez que me recordaba que el tiempo transcurría demasiado pronto y que yo me la pasaba gastándolo en cosas sin importancia. Las fisuras que se habían hecho dentro de mi iban espárciendose, levantando capas que yo había tardado años en construir. O al menos eso me parecía. No podía entender como el volver a verlo podía ocasionar todo eso.

Él último paso me dejó frente a él. Quizá el tiempo lo había cambiado un poco pero aún conservaba la calidez en sus ojos. Toqué su rostro y el contacto con su piel activó cada una de mis terminales nerviosas. Aun recordaba la textura de su piel, en todas sus diferentes formas. Seca, húmeda, suave, tersa, áspera. Todas las conocía, todas las había recorrido con mis manos y con mi boca, y yo amaba cada una de ellas. El olor de su perfume mezclado con el del tabaco entró por mi nariz, acelerando mi pulso y dilatando mis pupilas. Me sentía en un viaje, un viaje infinito.

Y entonces comenzó a llover.



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Nota: Esta una historia de ficción, cualquier parecido a la realidad o surrealidad es pura coicidencia.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Work of fiction: Electric Heart




-Creo que estoy enamorado de ella-
Dejé que sus palabras entraran lentamente en mi cabeza y se asentarán con un duro golpe, como un barco que ha alcanzado el fondo del mar. Las palabras resonaron en mi cabeza, pero yo aún no lograba comprenderlas, por algún motivo extraño, mi cerebro estaba tardando en procesarlas. Pero cuando por fin logré entenderlas sentí una chispa en el corazón. Sabía lo que estaba por venir, el corto circuito, el dolor que me envolvería como una tormenta, larga y oscura, que te dejan agotada. 

No sabía que decir, sabía que tenía un deber como amiga, y seguramente podía dar una de esas respuestas frías y ensayadas que todos tenemos, pero no se me ocurría ninguna. Sonreí ligeramente y tomé un trago de café. Tenía la esperanza de que la cafeína me despejara la cabeza y me quitara un poco el dolor que iba expandiéndose por mi corazón. Del otro lado de la mesa, Luis aguardaba mi respuesta. Al notar mi silencio, siguió hablando.

-No lo sé, es que con ella, todo es tan diferente - dijo lanzando un suspiro. Deseé con todo mi corazón que ese suspiro me perteneciera, que fuera para mí, pero sabía que no era sería y que nunca sería así. Conocí a Luis en la universidad, estudiamos la misma carrera y nos hicimos buenos amigos. Me enamoré de él. Me conocía tan bien, y yo a él. Se lo confesé pero me dijo que él no podía corresponderme porque solo me veía como una amiga, le dije que no había problema, que lo entendía y que siguiéramos siendo amigos. Tardamos un poco en volver a tratarnos normal pero finalmente lo logramos, después de todo éramos personas maduras. Sin embargo, yo seguía enamorada de él. No sabía si él también lo continuaba creyendo, o quizás pensaba que ya lo había superado. Después de todo me había presentado a Elisa, la chica de la que me estaba hablando.

-Estás bien? No has dicho ni una palabra. - Tomó la copa de vino tinto y tomó un sorbo.

-No, es solo... estoy un poco distraída eso es todo.- Traté de sonar lo más convincente que pude. 

-Es solo que creo que Elisa podía ser la indicada. Ya sabes, para casarme.

En ese momento juró que pude escuchar el kaboom! de mi corazón explotando en mil pedazos. Hice todo lo que pude para contener las lágrimas. Decidí que necesitaba más café y apuré lo más que pude de un trago, pero aún así no pude evitar el corto circuito que estaba teniendo lugar en mi anterior. Y aunque no podía ver mi corazón lo sentía como uno de esos anuncios de neon que parpadean y que sabes que están por apagarse.

-Irene - me dijo - estás bien? 

En serio traté, pero ya no pude ocultar las lágrimas. Una música triste comenzó a sonar en las bocinas del restaurant. Todo era tan inverosímil y sin embargo estaba sucediendo.

-Lo siento - murmuré entre sollozos. Supe que la gente nos estaba mirando y traté de recomponerme, pero el dolor era inevitable, se había disparada y lo sentía correr para las venas, invadiéndome completamente.

Luis me miraba perplejo, y entonces vi que su expresión comenzó a cambiar. Lo entendió. En sus ojos comenzó a sentarse la verdad. Lo supo. Sabía que durante todo este tiempo yo aun seguía enamorada de él, y que por eso estaba reaccionando de esta manera.

Quise decirle que eran lágrimas de felicidad, que estaba feliz por él, que todo iría bien. Porque eso es lo que hacen los amigos, Y sin embargo la voz no me salía, parecía que se había ido por algún agujero negro y me asustaba la idea de no volverla a oír. Pero lo que me aterrorizaba aun más era la idea de perderlo para siempre.

-Después de todo este tiempo.... - murmuró. Sus ojos dibujaban tristeza. Guardó silencio. 

-Estoy feliz por ti - yo sabía que había sonado falso. Mi aspecto y lo que decía no concordaban. Me miré las manos esperando que Luis dijera algo. Pero solo me miraba, con una mirada indescifrable. 

-Yo...- dijo e hizo una larga pausa - He sido un imbécil. Perdóname.

No había nada que perdonar. Él había seguido con su vida, había conocido a alguien más y se había enamorado. Era algo natural. Lo único que me dolía es que no había sido de mí. Moví la cabeza esperando que comprendiera lo que yo estaba pensando, pero sabía que no era posible. Respiré, tratando de recomponerme y logré sacar un hilo de voz de ese lugar oscuro donde se encontraba.

-No hay nada que perdonar. Estoy feliz por ti. En serio. - Esta vez mi sonó distinta. Las palabras manaron de mi corazón que estaba a punto de apagarse. No duraría mucho tiempo. Luis guardó silencio una vez más. Los recuerdos de ambos pasaron por mi mente, en cámara lenta, danzando al compás de la música triste que sonaba.

Me observé las manos y noté que las venas empezaron a tornarse azules. Mi piel estaba fría como el hielo. Miré a Luis. Quería verlo una vez más. Quería verlo para siempre.

-Pensé que ... - ahora parecía que la voz de Luis se había por el agujero negro - Ha transcurrido tanto tiempo desde que me lo dijiste. Pensé que...

Moví la cabeza y sonreí.  Sostuve la taza y di un último trago al café. 

-Siempre, siempre te amaré.

La taza se me cayó de las manos y se estampo en el piso, quebrándose. La cara de Luis dibujó una expresión de alarma. Yo sentí el frío recorriéndome todo el cuerpo, envolviéndome como una manta, aunque la comparación suene ridícula. Mi piel se estaba volviendo pálida, y un color azuláceo, empezaba a apoderarse de ella. Todo el restaurant nos observaba. Mi corazón parpadeaba cada vez más, y me arrastraba hacia la oscuridad, o quizás me convirtiendo en ella. Pero no me importaba, yo sería la noche y Luis, sería las estrellas, yo sería el lienzo y el la luz que brillaría por siempre. Quizás así concluían algunas historias de amor. 

Sentí una lágrima recorrer mi mejilla, y el calor del café desaparecer de mis labios. Yo no dejaba de mirar a Luis, sabía que él era lo que yo quería ver por siempre. El fue siempre mi certeza. Lo amaba y siempre sería así.

Y de repente mi corazón se apagó.

****
Nota: esta es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia. La música que suena en el restauran es "Vinegar & Salt" del grupo Hooverphonic.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Work of Fiction: Hechizada...

Nos abrazamos, pero sentí que este no era como los otros. Había una especie de expectativa alrededor de nosotros, como si todo eso que no habíamos querido decirnos estuviera a punto de estallar. Yo quería estar cerca de él una vez más, aunque sea por un instante.

La ansiedad y los nervios me carcomían. Tenía tantas ganas de tener su cuerpo cerca del mío. La sola idea me hizo sentir un vuelco en el estómago.

Nos abrazamos y en cuanto chocó su cuerpo con el mío sentí un choque eléctrico recorrerme el cuerpo. En en se momento me di cuenta de que lo deseaba más de lo que me gustaría admitir. El olor de su perfume me erizó la piel, esperé que él no lo notara,

Sabía que esta sería la ultima vez que lo tendría así de cerca, y que quizá después pasaría mucho tiempo antes de volver a vernos. La idea me aterró. Había tantas cosas que no le había dicho, que nunca pude decirle por falta de valentía, por miedo al rechazo y ahora ya no había tiempo. Me reproché el haber sido tan cobarde. Suspiré.

Llegó el momento de soltarnos. Observé sus ojos café. Un atisbo de valentía se asomo en mi mente, empujándome a decir todas aquellas cosas que había estado evitando.

-Yo...- empecé.

El choqué de sus labios con los míos me detuvo de inmediato. Mi cerebro se paralizó y entonces reaccioné de la única manera que se me ocurrió hacerlo, también lo besé. Con cada instante que pasaba el beso se convertía en algo salvaje, se iba transformando poco a poco en deseo, como la suma de todos los besos que no nos habíamos dado.

Me sujeté a su cuello y dejé que su boca se aveturara por mi cuello y mi pecho. No quería pensar e nada más, tan solo en su boca y en las reacciones que me provocaba. Me empujó sobre la pared y me volvió a besar. Yo sentía que me derretía. Nunca había tenido esa sensación. Me sentía como hechizada, con cada beso mi cuerpo decía bajo su encanto.

Quería decirle que no se fuera, que se quedara y que yo estaría con él por siempre, bajo hechizo, Pero las palabras no salieron de mi boca. Sus manos se deslizaron por los tirantes de mi vestido, bajándolos. Cuando sentí su boca en mis senos, gemí.

Lo jalé hacia mí y me hundí en el olor de su perfume, dejé que me hipnotizara como si estuviera bajo el efecto de alguna droga. Besé su cuello. Agarró mi trasero y colocó mis piernas alrededor de cadera. Yo sentía demasiado calor, no sabía si era el lugar, el hecho de que todavía llevaba puesto el abrigo de piel o lo que estábamos haciendo. Tal vez era la combinación de todo eso.

Mi boca empezaba a tener sed pero alejé ese pensamiento porque solo quería concentrarme en este momento. Una sensación me sacó de mis pensamientos, como cuando te despiertas de repente. Escuché su respiración entrecortada en mi oído, enterré mis uñas en su espalda. Me hundí en un espiral borroso presa de todas las sensaciones que él me provocaba.

Sentí que ambos nos habíamos liberado, que nos habíamos dicho sin palabras todo lo que habíamos guardado durante tanto tiempo. No sabía que pasaría entre nosotros, pero si estaba segura de que quería seguir bajo su hechizo.

****

Nota: Esta es una historia de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.

jueves, 7 de julio de 2016

Work of Fiction: That kind of love...

Estábamos sentados sobre la cama. La ligera brisa del aire agitó la cortina, y se coló por la habitación, suave y fresca. Suspiré.
- No quiero que te vayas- le dije, sabiendo de antemano que eso no cambiaría su respuesta.
-Tengo que.
Guarde silencio. Sentía que el tiempo pasaba demasiado lento. Él tomo la cajetilla que estaba sobre la mesita de noche y encendió un cigarro.
-Quizás si hubiera sabido de ella desde el principio - agregué, con la voz entrecortada.
-No lo hubieras aceptado.
-No lo sabemos.
-Es complicado.
-Acaso no todo lo es?
-No quiero hablar sobre filosofía.
-Ni yo, quiero hablar sobre nosotros. - Dicho esto me recargué sobre su hombro. El calor de su piel me trajo a la mente un sinfín de recuerdos. No quería que se marchara.
Permanecimos en silencio un instante. Era abrumador, Había tanto que decir pero ninguno parecía encontrar las palabras. Es como si ambos tuviéramos miedo a quebrar este momento. Bajé de la cama y me coloqué de rodillas frente a él. Quería, necesitaba mirarlo de frente. Guardar cada detalle de sus hermosos ojos.
-Volverás a enamorarte.
- Lo sé.
-Se volverá loco por ti. Y yo me volveré loco por saberlo.
-Nos amamos.
-Hay muchas clases de amor.
Cada frase que decía se hundía en mi corazón, pero sabía que tenía razón. Lo comprendería algún día, pero no en este momento. Me abrace a él, y sin poder evitarlo más, las lágrimas comenzaron a salir.
-No llores, por favor.
"Como no hacerlo?" pensé, si se me estaba rompiendo el corazón. De un momento a otro, la tristeza se esfumó y le dio paso a esa fuerza inevitable que nos hace perder el control: los celos. Me levanté y comencé a tirar todo lo que encontraba a mi paso, cada objeto desahogando mi furia, mientra yo preguntaba porqué sin obtener una respuesta.
Él se levantó tras de mí y me abrazó por la espalda. Comencé a calmarme. Sentí su aliento en el cuello y su mano comenzó a recorrer mi hombro, pasando por mi cintura, llegando hasta mis muslos.. y entonces se detuvo. Yo quería que continuara, pero sabía lo que seguiría y no quería que terminara así. Me rehusaba a que nuestra historia terminara como un cliché más.
-Porqué sucedió así?
- Tiempo - fue su respuesta.
Me giré y lo vi de frente, nuevamente. Sus ojos reflejaban la luz del amanecer de una manera hermosa. Volvía a tener razón. El tiempo nunca había sido mi aliado, yo siempre intentaba alcanzarlo pero él siempre parecía huir de mí. Me sentía como Alicia persiguiendo al conejo blanco, siempre llegando tarde.
-Crees que nos volveremos a ver?
-Sí.
Me dio un beso en la frente y volvimos a la cama. Encendió otro cigarrillo y dio una calada. Pensé en que quizá si pudo haber sido diferente pero en otro mundo, en este mundo, estabamos a estar separados, al menos en distancia, porque siempre estaríamos unidos de corazón.
Lo observé, repase cada uno de los tatuajes que adornaban su piel, aspiré su aroma. Quería grabarlo en este momento, para siempre en mi memoria. Me observó. Tomó mi cara entre sus manos y soltó el aire del cigarro. Yo lo espiré con mi boca. Nos besamos. Sentí el sabor de tabaco en su boca. Habíamos evitado besarnos, porque no queríamos que nuestra historia terminara de manera tan típica, como en los cuentos de hadas, solo que sin el "felices por siempre". Quizás eso lo hacía más poético. Después él se marchó.

*****
Me encontraba sentada en el mirador. La vista del mar era impresionante, reflejaba un azul intenso con destellos dorados, era un espectáculo maravilloso. La fuerza del viento me golpeaba en la cara y me agitaba el cabello. Agite los pies descalzos y sonreí, era una sensación mágica. El sonido de un auto me saco de mi ensueño
Una camioneta se estaciono cerca de donde me encontraba. Bajaron dos niños y sus padres. La made llevaba unos lentes oscuros y parecía contenta.  El padre llevaba una gorra y se me quedo viendo. Yo lo observé detenidamente, y lo reconocí. Repase con la mirada sus tatuajes y supe que era él. Se acercó hacia mi. Nos saludamos.
-Así que...- comencé, pero las palabras se me cortaron. Solo sonreí nerviosamente.
-Sí - agregó, siempre con sus características frases cortas.
-Es ella - él asintió - es linda.
-Te dije que te volverías a enamorar. - señaló mi mano, específicamente mi dedo donde tenía el anillo de compromiso. Sonreí.
-Siempre fuiste buen adivinador.- esta vez el se rió.
-Tengo que irme.
-Curiosa elección de palabras - me miró, pero había en él un poco de nostalgia - Sé feliz.
-Tu también.
Regresó con su esposa, tomaron unas fotos y se marcharon. Por primera vez tuve la sensación de haber llegado puntual a mi cita con el tiempo.

Me subí a mi auto y comencé a conducir hacia mi casa. Puse una pista en el radio y un montón de sensaciones comenzaron a apoderarse de mí. Comencé a llorar. Detuve el auto y deje que el mar de sensaciones se apoderara de mí. Llore un buen rato.

Cuando conseguí calmarme conduje de nuevo hacia el mirador. Estacione el auto y saqué un sobre de la guantera. Era una carta. El día que se había marchado me había dejado una carta, me dijo que la leyera cuando estuviera lista. Había pasado mucho tiempo desde ese día.
Caminé hasta el mirador y contemplé la vista. Pronto sería la puesta de sol. Me senté de nuevo y aabrí el sobre. Por alguna extraña razón sentí que la escena se me hacía familiar. Al sacar la carta me llegó un olor a tabaco, era como si parte de él se hubiera conservado en esa hoja de papel. Susiré y comencé a leer:

"Querida Sofía,
Sé que ya habrá pasado mucho tiempo para cuando leas esta carta. Confió en que estés bien. El día en que me marché quise decirte tantas cosas, pero bien sabes que siempre he sido un hombre de pocas palabras, ese es uno de mis tantos defectos. Tienes razón debí hablarte sobre ella desde el principio, quizás las cosas hubieran sido diferentes, pero no quería perderte. Quizás lo consideres egoísta de mi parte, pero sabes que no es así, tu me conoces demasiado bien. Y henos aquí. Te perdí, y eso me causa un profundo dolor. Quizás no te lo dije suficientes veces, pero, te amo. Siempre lo hice y siempre lo haré. 

Alguna vez te dije que hay muchas clases de amor en este mundo. Existe el amor fraternal, que nos une a nuestros amigos, a nuestros hermanos y a nuestros padres. Hay amor que vive en silencio. Hay amor imposible. Hay amor a distancia. Hay amor de pareja. Hay amor platónico. Los conocemos, los hemos vivido. Son parte de la vida. Pero hay también otra clase amor. 

Existe esa clase de amor que te cambia para siempre.
Esa clase de amor, que te hace levantarte todas las mañanas y dar lo mejor de ti.
Esa clase de amor que te hace ir a la cama, pensando que el mundo es un lugar maravilloso.
Esa clase de amor que atraviesa cada por cada poro de tu piel, traspasa a las células y te llega al corazón.
Ese clase de amor que te hace llorar y reír.
Esa clase de amor, que te rompe y te revive a la vez.
Esa clase de amor que te da vida, y te hace suspirar cada noche.
Esa clase de amor, que sabes que a partir de ese momento ya no serás el mismo, serás mejor.
Esa clase de amor que traspasa las barreras del tiempo, que desafía la distancia y se ancla por siempre en tu corazón y en tu memoria.
Esa clase de amor que sabes que cerrarás los ojos y lo recordarás hasta el último día.
Esa clase de amor que te acompañará todos los días de tu vida.

Tu me enseñaste esa clase de amor. Sé que suena a cliché y que tu detestas los clichés, pero tenía que decírtelo. Y quizás nadie entienda nuestra historia, pero no me importa. Solo basta con que nosotros lo hagamos. No estés triste por mí. Cada día pienso en ti y sé que lo haré hasta el último día que viva. Desafiemos la distancia, desafiemos al tiempo. Anda y sé feliz."

Quise llorar pero sonreí. Tenía razón, no importa que nadie entendiera nuestra historia, solo nosotros. Me percaté de que el sol ya se había ocultado. El tiempo pasaba demasiado rápido. Respiré profundamente y regresé al auto. Conduje hacia casa, y no pude evitar sonreír. Me sentí feliz.



Nota: Esta es una historia de ficción. Cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.


lunes, 23 de mayo de 2016

Work Of Fiction: Almas gemelas




La puertas del metro se cerraron. Había sido un día frío y lluvioso así que mucha había preferido quedarse en sus casas, así que el metro no estaba muy congestionado. Me senté en una de las casi vacías sillas de la hilera frente a la puerta. Saqué un libro para avanzar un poco con mi lectura, como de costumbre, pero no podía concentrarme así que desistí. Quizás lo mejor era cerrar los ojos hasta llegar a mi destino, y ver si podía dormitar un poco pero mi sentido de alerta no me lo permitió. Parecía que iba a ser un largo trayecto a casa.

En la siguiente estación abordó una pareja. Se sentaron en la frente a mí. Eran jóvenes y se veían muy enamorados. La chica no paraba de reírse mientras el chico le susurraba cosas en el oído. Yo no quería que se dieran cuenta de que los estaba observando pero tampoco podía evitarlo. Traté de ver hacia lado pero la risa de la chica me lo impedía. Y no solo era eso. Lo que realmente captaba mi atención no era ellos y su demostraciones afectivas, si no más bien, eran los puntos suspendidos que se encontraban en el hombro izquierdo de cada uno de ellos. Un punto verde y brillante. Eran tan jóvenes y aún así ya se habían encontrado. Eran almas gemelas.

Se suponía que todos teníamos uno flotando sobre nuestro hombro izquierdo, pero era prácticamente invisible hasta que conocías a tu alma gemela. Entonces se tornaba verde y brillante. Ese pequeño punto parecía ser importante para todas las personas, todos querían encontrar a sus otras partes. Ese pequeño punto valía tanto, que muchos habían perdido la cordura por encontrarlo. Los afortunados que lo encontraban, parecían vivir felices para siempre, como en los cuentos que me contaba mi abuela de niña. Los que no lograban hacerlo se limitaban a ser indiferentes, pero sabiendo que su alma gemela se encontraba en algún lugar de allá fuera. Era increíble como algo tan pequeñito cambiar la vida de las personas. Había algo casi mágico en él.

Sin embargo yo no era de esas afortunadas. Yo nunca había visto ningún punto verde en ningún chico y era obvio que ninguno de ellos tampoco había visto uno en mí. El pensamiento me hizo un nudo en el corazón. Eso me ponía nostálgica. La verdad era que todos deseábamos encontrar ese punto flotando sobre ese persona, y esa persona pudiera verlo sobre nosotros. Lo deseábamos desesperadamente. Algunos pasaban la vida buscándolo. Algunos se volvían locos. Así era mi mundo. Cerré mis ojos esperando que afuera lloviera y que pudiera llevarse mis pensamientos.

El ruido de la puerta del metro me despertó. Había llegado a mi estación. El tiempo se me había pasado más rápido y pensé que tal vez me había quedado dormida. Me levanté rápidamente y me si cuenta de que la pareja ya no estaba. Salí del metro y para mi sorpresa la estación estaba casi vacía. Era lógico, pensé. Caminé lentamente por el pasillo central hasta llegar a un espacio donde se encontraba un gran reloj, marcaba las 8:10 de la noche. Pensé que era más tarde. Y era muy extraño que a esa hora la estación estuviera tan vacía. Miré a mi alrededor, Un par de personas caminaba lentamente por la estación, como si estuvieran dando un paseo por ella. Eso también era extraño. Generalmente se escuchaba un barullo por la cantidad de gente que iba a y venía apresuradamente por la estación. Sin embargo, esa noche estaba tranquilo. Extrañamente tranquilo. Sentí que si me atrevía a suspirar probablemente se escucharía en cada rincón. Intenté avanzar, pero el movimiento me pareció imposible de realizar. Por alguna extraña razón mi mente no parecía obedecer mis órdenes. Lo intenté de nuevo pero nada, no me movía. Mire el reloj y esperé. Suspiré lentamente y transcurrido un minuto, realicé la misma tarea. Esta vez mis pies respondieron inmediatamente. Preocupada, caminé lo más de prisa que pude hacia la salida de la estación.

Al salir, el aire frío me golpeó la cara, pero después del extraño suceso me pareció revitalizante. Traté de calmar mi ritmo cardíaco y continué mi camino hacia casa. Pese a que me encontraba fuera, tenía una extraña sensación. No sabría como explicarlo. 
Llegué hasta el puente, y noté que casi no habría gente transitando por él.Consulte mi reloj: eran las 8: 27. No era tan tarde, pero aun así estaba casi desierto. Caminé, volteando cada tanto hacia atrás, para ver si alguien venía. Quizás ya no debía ver tantas películas. Debajo, los carros iban a venían, sin mucho ruido. A la mitad del puente vi a un chico recargado sobre el barandal, fumando. Miles de ideas pasaron por mi cabeza pero aún así tenía que atravesar el puente, tomar otro camino a casa me llevaría mucho tiempo. Suspiré y avancé. Pasé de largo al chico, y seguí caminando. De repente alguien gritó mi nombre.

-Lena!

Giré y para mi sorpresa, la voz provenía del chico que estaba fumando. Pensé en que había una confusión y había alguien más llamada Lena cruzando el puente. Observé a ambos lados, pero no había nadie más. Quise irme, pero de nuevo mis zapatos no se despegaron del suelo. Al ver que no me movía, él se acercó a mí.

-Lena, es que no me reconoces?
Lo vi más de cerca, llevaba unos jeans, una chamarra negra, tenis y un camiseta gris. Su cabello negro le caía sobre los costados de la cara, enmarcándola.Tenía labios delgados, y unos ojos negros y profundos. Hice trabajar mi memoria, pero al igual que mis pies, estaba congelada.
-Lo siento, yo...
-Soy Oscar, vivíamos en la misma calle. íbamos al escuela juntos.
-Oscar! - dije, reaccionando y lo abracé. No sé como no pude reconocerlo. Pero lo cierto es que no lo había visto en mucho tiempo.
-Hacia dónde vas? - me miraba con mucha curiosidad
-Voy a mi casa - respondí en un tono aburrido
-Te invitó un café, aquí cerca - añadió rápidamente al ver que yo consultaba mi reloj - Hay que celebrar nuestro reencuentro.
-Esta bién - me sentía cansada, pero después del extraño día que había tenido, un café no me vendría mal. Regresamos por el puente y caminamos hasta una cafetería cercana. Mietras tanto pláticabamos sobre lo que habíamos hecho de nuestras vidas. Yo siempre he pensado que mi historia era muy aburrida, pero aún así Oscar la escuchaba con atención.

Al entrar en la cafetería, nos sentamos y ordenamos dos cafés y unos pastelillos para acompañar. Conversamos y tomábamos café. Pronto, comencé a sentirme más animada, seguramente por la cafeína, y empezamos a rememorar "viejos tiempos". Me sentí un poco nostálgica, pero aún así pensé que encontrarme a Oscar había sido una agradable sorpresa. De niña solía pensar que cuando fuéramos grandes nos casaríamos y viviríamos felices por siempre. Suspiré, eran cosas de niños. Desafortunadamente nunca vi ese misterioso punto verde en el hombro izquierdo de Oscar. Estoy segura que él tampoco veía nada sobre el mío. Quizás en otro mundo seríamos almas gemelas.

Cuando íbamos por la tercera taza de café, Oscar me preguntó, con sierto aire serio:
-Qué haces aquí?
La pregnta me desconcertó un poco.
-Pues tomo un café contigo.
Sonrió, admito que tenía una linda sonrisa.
-No, no me refiero a eso, sino a qué haces en este mundo?
Lo miré fijamente. Creo que ahora íbamos a empezar las charlas existenciales.
-Bueno, ya te dije, trabajo en el laboratorio...- él movió la cabeza.
-No - hizo una pausa - acaso no te has dado cuenta?
Esta vez fui yo la que movió la cabeza. De que hablaba?
-Estás en otro mundo - dijo y sonrió - bienvenida.
Estaba desconcertada, como que en otro mundo? De qué estaba hablando? Acaso estaba drogado? Quizás eso explicaría el cigarro. Quizás era hora de irme.
Al ver mi cara de desconcierto,trató de explicarse mejor.
-Yo vivo en otro mundo - sacó un cigarro de la cajetilla y lo prendió, le dió una calada - y tu haz venido a mi mundo. Acaso no has tenido una sensación extraña desde que saliste de la estación?
-Sí - dije, secamente. Como rayos sabía eso?
-Bueno, es tu mente advirtiéndote de que hay algo extraño. Y efectivamente, no éstas en tu mundo.
-Creo que debo irme - dije cortante y algo molesta. Oscar me sujetó de la mano.
-Puedo probarlo.
Movió su mano y señaló a través de la ventana. Yo no quería voltear, pero mi curiosidad siempre me ha ganado. Entonces la vi. La luna era rosa. No lo podía creer. Quise gritar pero no pude. Había luna llena y era rosa. Parpadeé pensando que era algún efecto de mis ojos. Quizás yo también estaba drogada, quizás había puesto algo en mi bebida. Pero sabía que no, todo el tiempo tuve mi taza, y tampoco la señorita que nos atendía pudo poner algo.
-No consumo drogas - dijo, como leyendo mis pensamientos.
Traté de darle una explicación. Busqué en mi memoria algún fenómeno físico al que le pudiera atribuir el color de la luna, pero no se me ocurrió ninguno. Traté de calmarme.
-Estamos en otro mundo - dijo Oscar una vez más.
Lo miré mientras él le daba otra calada a su cigarro.
-Donde estamos?
Alzó lo hombros.
-Como llegué aquí?
-Por el metro, la estación en que bajaste es la entrada a este mundo. Así llegué yo.
Me sentí aún más desconcertada.
-Así llegaste tú? Y porqué no te has marchado? - tenía demasiadas preguntas.
-No quiero, me gusta más este mundo.
Lo mire y después miré la luna. Era hermosa. El destello que emitía era rosa. Era impresionante. Creo que en ese instante pude comprender a Alicia cuando estaba en el País de las Maravillas.
-Porqué estás aquí?
-Bueno, no me gustaba el otro mundo. Cambió demasiado. La gente olvidó la 
perspectivas de las cosas, y se volvió loco.
Pff. Él hablando de locura.
-Y sobre todo el asunto de las almas gemelas. Todos buscando ese puntito desesperadamente como si fuera el código de barrar de un algún objeto en descuento. Quieres otra prueba más de que no estás en tu mundo? - señaló hacia atrás de mí.
Allé se encontraba una pareja cenando. Ya eran personas grandes, pero se veían con ternura. Sonrían y charlaban. El señor agarraba la mano de su mujer. No tenía que conocerlos para poder decir que se amaban. Lo notaba en sus miradas. Lo extraño era que ninguno de los dos tenía ese puntito verde flotando. No como la pareja del metro.
-Me gusta este mundo porque aquí solo amas. No importa si tiene un punto o no.
Lo mire. Pese a que sus ojos eran negros, transparentaban claramente sus emociones. Yo había perdido la voz. Una tristeza profunda como la raíces de un árbol comenzó a invadirme.
-Qué hago aquí?- dije, con un hilo de voz.
El me miro. Y en sus ojos se dibujaron cierta melancolía.
-Yo te llamé, quería verte.- hizo una pausa - y supongo que a ti ya no te gustaba tu mundo. Más o menos así he adivinado que funciona el sistema.Sonrió. Estaba nervioso.- Escucha, Lena, he pensado mucho en ti. Me gustabas cuando éramos niños. Tenía la idea de que tu serías mi esposa. Pero el punto nunca apareció sobre tu hombro. Era tan rídiculo. Yo siempre supe que eras tú. - Bebió un poco de café - Entonces nos mudamos. Cada noche pensaba en ti.Quería verte. Pero nuestros caminos nos llevaron por caminos diferentes. Supongo que perdí mi interés en el mundo, por así decirlo. Y un día, llegue a esta estación y a este mundo. Y decidí quedarme. Y desde que llegué he pensado en ti. Cada noche. Fuiste mi primer amo. No, corrección, has sido mi único amor.
No supe qué decir. Todo un remolino de emociones se desató en mi interior, y llegó hasta mi garganta, dejándome sin voz. 
-Tengo que irme - dije.
Su mirada atravesó cada capa de mi piel. La melancolía se había convertido en tristeza. Éramos dos personas tristes sentadas en una cafetería, mientras una tenue luz rosa nos iluminaba. Era casi surreal.
-No puedo evitar que te vayas. Te acompañaré a la estación.

Caminamos en silencio. Yo pensaba en demasiadas cosas y él igual. Quería decirle algo pero no sabía qué. Entonces comencé a hacerme miles de preguntas: Lo amaba? Quería quedarme en este mundo? Que pasaría con el otro mundo? Me sentía feliz en mi mundo? Sería más feliz en este? Porqué la luna es rosa? Lo amaba? Pensé en mi mundo. Aquél lugar donde la felicidad la dictaba un puntito verde flotando sobre el hombro izquierdo. Donde yo no encajaba. Donde no era feliz. Donde parecía no ser el alma gemela de nadie. O podía quedarme en este nuevo mundo, donde un hombre me acababa de declarar su amor. Toda una vida deseando encontrar a mi alma gemela y ahora alguien me decía que estaba enamorado de mí. Nos reencontramos en este mundo.

Entonces pensé en las coincidencias. En la serie de sucesos que habían ocurrido para llegar a este mundo, Nos había tomado años reencontrarnos, nos había llevado, literalmente, cruzar mundos para reencontrarnos. Era surreal.
Llegamos a la estación. Caminamos hasta el andén. Y esperamos.

Recordé los días de antaño, los tiempos felices en los que Oscar y yo jugábamos cuando éramos niños. El día en que se mudó lloré incontrolablemente, sentí una tristeza que jamás había vuelto a sentir... hasta hoy. Y entonces lo entendí, ese día se había forjado la raíz de mi tristeza.  Se había ido a las 8:10 de las mañana y yo había llegado aquí a las 8:10 de la noche, Habían transcurrido 17 años. Tomé sus manos y lo abracé. Recordé que todos los días pensaba encontrar a mi alma gemela, sin saber que la había encontrado hace mucho. No importaba que no flotara el punto sobre su hombro, de hecho no importaba nada. Sentí que la tristeza iba desapareciendo poco a poco, y que las raíces estaban dando paso a una bella flor, al algo nuevo y hermoso. Quizás no bastaba un mundo para nosotros.

-Me quedaré contigo- dije.

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Nota: esta es una obra de ficción, la cual esta inspirada por dos obras, "1Q84" de Haruki Murakami y "Brida" de Paulo Coelho.  


domingo, 24 de abril de 2016

Work of Fiction: Madness

El amor es una de esas cosas difíciles de entender, o al menos siempre he creído eso. Pero es que mis historias de amor nunca las ha entendido nadie, yo en cambio he aprendido que para entenderlas tienes que vivirlas. Pero allí esta lo complicado, porque todos vivimos el amor desde nuestra perspectiva, como la mayoría de las cosas, y todo lo que no entre en nuestra perspectiva se nos hace difícil de entender. Es naturaleza humana.

Estábamos sentados sobre la cama. El ruido del tráfico matutino se colaba por la ventana pero eso no nos importaba, nosotros vivíamos solo en este momento, nuestro momento. Yo estaba abrazada a su cuello y contemplaba su rostro, él me miraba fijamente. Antes no le gustaba que yo hiciera eso, pero después de que le dije que a mí no importaban las marcas del tiempo en su rostro, se acostumbró. Pasé una mano sobre su cara, acariciando sus rasgos. Cuando toqué su barba me hizo cosquillas y reí. En ese momento él me tomó de la cintura y me atrajo hacia si. Me besó. Yo cerré los ojos, porque me gustaba concentrarme en el sabor de su boca, en la carnosidad de sus labios y en lo bien que besaba. Para mí el tiempo se detenía cuando me besaba, y no me importaba nada más. Sí, sé que suena a cliché.

Cuando terminó con mi boca, empezó con mi cuello. Sus besos me producían unas cosquillas extrañas, y siempre me reía. Recuerdo que al principio detestaba que lo hiciera, y al instante dejaba de besarme, pensaba que me burlaba de él. Pero no era así. Cada vez que besaba mi cuello sentía mariposas revoloteando mi estómago y eso me hacía reír. Era la locura que sentía por él. Creo que al principio había tantas cosas que no le gustaban de mí, y sin embargo, nos enamoramos y eso no tiene sentido. Él era más grande que yo, pero yo no creía que los años que había entre nosotros eran un obstáculo, al contrario, me parecía mucho más interesante.

Yo nunca había creído en los cuentos de hadas, me parecían historias absurdas, carentes de sentido. Pero las historias reales, en cambio, me fascinaban. Aquellas con complicaciones y enredos, aquellas que no siempre tienen final feliz pero que dejan huella. Aquellas en las que el amor te consume, porque si no te consumía para mí no valía la pena amar.

Sus manos empezaron a deslizarse bajo mi blusa y sentí mi respiración entrecortarse. Comenzó a acariciarme los senos. su manos, algo ásperas denotaban habilidad, que había adquiriendo acariciando a otras mujeres, antes. Eso yo lo sabía, pero tampoco me importaba. Sus caricias eran suaves y precisas, acelerando siempre en el momento adecuado, acompasándolo con su respiración y la mía. En un abrir y cerrar de ojos la blusa había desaparecido.

Caí sobre la cama y comenzó a besar mi cintura, su barba ráspandome, procándome un ligero cosquilleo que se expandía en todo mi cuerpo como las ondas en el agua. El corazón comenzó a latirme más rápido. Pero yo deseaba su boca, quería sentir el sabor una vez más. Nos besábamos ansiosamente, deseando más cada vez. Cerré los ojos y me dejé llevar por el éxtasis. 

Empecé a tener esa extraña sensación de estarme consumiendo, como si yo fuera papel y él fuera fuego, quemándonos. Y yo deseaba volverme humo y cenizas. Para mí el amor no tenía sentido si no te consumía, si no sentías ese fuego ardiendo por dentro.... pero eso era peligroso. Había pasado por tantas situaciones antes, que antes de conocerlo sentía que me había convertido en nada y que jamás volvería arder.

A veces sentía que ya habíamos traspasado la línea que separa el amor de la locura, ese inmenso abismo misterioso en el que puedes quedar atrapada. Quizás ambos lo sabíamos pero no nos importaba. Yo perdía el sentido de la realidad cuando estaba con él

En este momento yo me encontraba en una dimensión alterna donde solo nos encontrábamos los dos. Su piel rozaba con la mía, y sus manos se movían libremente por mi cuerpo. Mi visión se hacía cada vez más nublosa.

La imagen de mi recámara se desvaneció por completo y se convirtió en un paisaje distinto. La dimensión en la que nos encontrábamos era oscura pero hermosa, con una infinidad de partículas flotando alrededor de nosotros, quise tocarlas pero parecían estar fuera de mi alcance. La cama había desaparecido y nosotros nos hallábamos suspendidos en medio de todas ellas.

De repente sentí tensarse todo los músculos de mi cuerpo, y cada una de mis células nerviosas parecían querer estallar. Ya no pensaba, solo sentía. Y entonces comencé a caer en ese oscuro e inmenso vacío, las partículas brillantes caían sobre nosotros. Era el delirio en estado puro, era el amor consumiéndome.

Abrí los ojos y vi el techo. Comencé a relajarme. Lo besé una vez más y lo abracé, mientras sentía como su cuerpo y el mío se ajustaban al mismo ritmo de respiración.



Nota: Esta es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia. La obra esa inspirada en la canción "Madness" de Muse, de la que se deriva el título.

viernes, 1 de abril de 2016

Work of Fiction: Inmortal




Allí estábamos los dos, frente a frente. Sujetaba el arco con fuerza pero no me atrevía a disparar la flecha. Él me miraba, como siempre, con decisión, con esa tenacidad que siempre le caracterizaba. Sabía que no fallaría, sabía que una vez que disparara esa flecha, volaría firmemente hasta que le atravesara el corazón. Yo era muy diestra con el arco, y él lo era con la espada. Por eso quería que él lo hiciera primera, que me atravesara con el frío metal la piel y que yo no pudiera disparar esa flecha. Lo sé, es un deseo suicida. Pero lo cierto es que yo no quería disparar. Pero tampoco podía rendirme. Todo era más complicado que eso, y mucho más cruel. Mientras lo seguía observando, me pasaban por la cabeza todos los momentos que habíamos pasados juntos, pocos pero inmortales. Seguramente después de la batalla se convertirían en recuerdos que acompañarían por siempre a alguno de los dos.

Yo estaba enamorada de él, estaba enamorada de mi enemigo. O al menos eso era lo que él representaba para mi familia, un enemigo. Nuestras familias habían sido rivales por todo el tiempo que yo podía recordar y más atrás, quizás por siempre. Si alguna vez compartimos lazos afectivos nunca ha sido revelado. Hasta ahora. Se suponía que todo sería diferente. Pero acaso no siempre es lo que quisieramos, qué todo fuera diferente? Mis padres, por ejemplo, deseaban con todas sus fuerzas concebir un hijo varón. Pero no fue así, contra todo lo previsto, tuvieron una hija, yo. La heredera, la última de su linaje, y la que esperaban, fuera la vencedora de la batalla. Tampoco es que me hayan tratado mal, a veces mi padre era un poco duro conmigo, pero creo que la mayoría de los padres lo son. Siendo la única hija, me entrenaron en la artes de la lucha, así que podía manejar con habilidad ciertas armas, pero mi favorita era el arco, dominé el arte de manejarlo y ahora me encontraba aquí, dispuesta a usarlo. A disparar una última flecha.

Yo seguía los ojos de mi adversario, y recordé el momento en el que nos habíamos conocido. Habia sido en un baile donde él se había colado, idea de uno de sus primos, para conocer a la "familia rival", la familia que tanto odiaban sus padres. A veces pienso en si los acontecimientos se hubieran presentado en diferente forma, tal vez ni siquiera nos hubiéramos enamorado.Pero el destino actúa en formas misteriosas, y yo me crucé con su mirada. Y entonces lo supe. Aún recuerdo la sensación que me produjo su mirada, no fueron las típicas mariposas, ni tampoco una alegría indescriptible. Sentí como si una flecha me atravesara el corazón, el dolor fue tan real que me llevé una mano al pecho, pero no había ninguna herida. Fue algo tan extraño que me cambiaría para siempre.

Por supuesto, mis padres tenían planes diferentes para mí. Casarme con alguno de súbditos nobles, o con el heredero de alguna gran casa rica y poderosa. Cualquiera que pudiera acrecentar su poder. Mi madre me lo había dicho alguna vez "las mujeres solo servimos para casarnos". Detestaba ese frase, y creo que mi madre también, porque había un dejo de amargura cuando la dijo. Probablemente, su madre si la había dicho y tuvo que creérsela. Pero yo no.

Ahora a él y a mi, nos separaba un campo de batalla, pero siempre nos había separado la rivalidad de nuestras familias. Siempre peleando por tierras, por poder, por súbditos. Siempre peleando por todo lo que no era lo importante. Mientras nosotros, los herederos de ambos, yacíamos en la batalla final. Solo un vencedor, pero eso no parecía importarles. Fue en ese momento que supe que toda nuestra vida nos habían preparado para esto. Habían decidido sacrificarnos desde hace mucho tiempo.

Yo sabía que nuestro amor era imposible. Lo supe desde el momento en que probé sus labios, pero aún así quise entregarme a la utopía que era quererlo. Habíamos sido unos tontos por creer que podríamos cambiar las cosas, que tal vez podíamos unir a nuestras familiar... Teníamos tantos deseos, que en ese momento no podíamos darnos cuenta de lo que equivocados que estábamos. Éramos unos tontos.

Por un momento pensé en soltar el arma. Deseaba correr y entregarme a sus brazos. Besarlo una última vez. Sabía que se acababa el tiempo y que tarde o temprano uno de los dos tendría que actuar. 

Me permití un último recuerdo. Aquella vez que estuvimos juntos por primera vez. Recordé el tacto de su piel, la calidez de su respiración, la suavidad de su cabello, la destreza de sus manos rasposas y la tenacidad de su mirada. Sabía que el recuerdo de esa noche me lo llevaría conmigo. 

-¡Hazlo! - gritó la voz de mi padre.
Y por primera vez no pude soportarla. Ni siquiera cuando me regañaba me había parecido intolerable, pero esta vez sí.

La cuerda estaba tensa y la flecha estaba en posición, tan solo tenía que soltarla. Pero no podía. El brazo me dolía de mantener la misma posición, pero una fuerza desconocida me hacía incapaz de moverme.

-Hazlo por favor - murmuré.

Tenía la esperanza de que él hubiera leído mis labios. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Él sostenía la espada con firmeza y había determinación en su mirada. Supe que había entendido lo que había dicho. Comenzó a avanzar.

Yo solo quería que todo terminara. Sabía que nuestro amor era imposible. Ambos lo supimos. Y quizás este había sido nuestro destino desde el principio. Éramos juguetes del destino. Había algo de poético en toda esta situación. Tal vez se acabaría todo, pero nosotros nos volveríamos inmortales. Escribirían historias sobre nosotros, sobre los amantes desdichados, los jóvenes enamorados que no podían estar juntos. El mundo sabía sobre nosotros y nuestro amor inmortal. Porque si algo había entendido era precisamente eso, que el amor era inmortal.

Entonces una idea atravesó mi mente. Él avanzaba hacia mí, me miraba fijamente, y asintió. Lo supe, él había tenido la misma idea que yo. Vacilé por un momento, pero el murmuró algo. Suspiré por una última vez y solté la flecha. Él estaba cerca. Quise cerrar los ojos para no ver el resultado pero fue demasiado tarde. La flecha dio en el blanco. Se llevó una mano al pecho y dio un par de pasos. Me acerqué hasta él y lo miré una vez más. No diré que fue la última vez porque estaba segura que seguiría observando sus ojos, sus hermosos ojos por toda la eternidad.

Me tomó por la cintura y me besó. En ese momento sentí el frío metal atravesarme la piel. Me sujeté de sus cuello y tuve la misma sensación que cuando lo conocí. Me lleve una mano al pecho. Murmuré un te amo y después todo se desvaneció.

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Nota: Esta historia está basada ligeramente en Romeo y Julieta de William Shakespeare. 
La frase en letra cursiva "Éramos juguetes del destino" aparece en Romeo y Julieta, Acto III, Escena I (I am fortune's fool - soy un juguete del destino)

domingo, 28 de febrero de 2016

Work of Fiction: Nyctophilia...




Camino por el asfalto con mis tenis desgastados, y siento una pequeña felicidad interior al saber que ese desgaste se debe a mis paseos nocturnos, se han convertido ahora en una parte de mí. Es una noche fría, y siento el viento golpearme la cara, y atravesarme los poros de la piel, pero no importa, porque eso te hace sentir vivo. Me arrebujó en la chaqueta de cuero y enciendo un cigarro, sí, es mi compañero fiel. Pese a la oscuridad, llevo lentes negros, creo que le da más intensidad al momento o quizás solo he perdido la cabeza.

Mi nueva rutina nocturna, se la debo a mis insomnios. Hace un mes dejé de poder conciliar el sueño en las noches y después de dar innumerables vueltas en la cama decidí hacer algo al respecto. Al principio leía, después me ponía frenéticamente a escribir, pero no me bastaba. Así que decidí salir y recorrer la ciudad, y entonces sucedió la magia, me había enamorado. No voy a negarlo, al principio me producía escalofríos pero poco a poco fueron disipándose como niebla al amanecer. A veces llevo un libro y lo leo sobre el puente mientras contemplo el mar. He llegado a pensar que la noche hace una gran diferencia, y aunque suene trillado, todo me parece un poco más poético, más nostálgico, más decadente.

Camino y fumo, miro, observó, pienso, leo. En la noche tengo oportunidad de llevar  a cabo todo esos verbos que el día no me deja, porque siempre hay algo más importante que hacer. Pero la noche es diferente, es tranquila, es paciente, y te da libertad, es tu cómplice, tu amante. 

Puedes conocer mejor tu ciudad, verla con una luz diferente. Lejos de la perfección que todos intentamos construir pero que sabemos es imposible de alcanzar. Eso me gusta de la noche, es más honesta. Antes, cuando despertaba, sentía miedo, miedo de la noche, de esa oscuridad tan misteriosa y deseaba volver a dormirme lo más rápido posible. Ahora pienso, que la noche es una oportunidad para ponerme cara a cara con mi soledad, para hacer las pases con ella y conocerme mejor a mi misma. Pero no es fácil, nos la pasamos huyéndole, porque enfrentar la soledad requiere mirarse en un espejo, y ver más que solo el reflejo, requiere aceptación, sinceridad, y de vez en cuando, lágrimas. Noche y soledad, compañeras de vida.

Sigo mi camino y observó las luces de las casas que iluminan el paisaje. Se me figuran pequeñas luciérnagas en un bosque inmenso. Todas esas luces haciéndole frente a la oscuridad, como un batallón en espera permanente del enemigo. Si tan solo, lo viéramos diferente.

Y aquí estoy yo caminando, oyendo el sonido de mis propios pasos, a través de cada calle, acompañados de vez en cuando por el sonido de un auto o la música lejana de alguna fiesta. Quiero llegar hasta la playa. Me dirijo hacia el puente porque es un ruta más rápida y la vista es hermosa. El viento se hace más fuerte y siento mi piel enchinarse por el frío. Con dificultad enciendo otro cigarro, el sabor a tabaco me inunda la boca y continúo andando.

La vista desde el puente es un belleza, el mar está tranquilo y las olas golpean con suavidad la orilla. Imagino que el agua debe estar helada. El cabello me impide una visión clara pero no importa, el camino me lo sé de memoria. A lo lejos escucho unas campanadas. Entono un par de melodías. De repente, me paro y contemplo el cielo, es un hermosa noche. Las estrellas dibujan un estela en el cielo, como un vaso de leche derramado. Desearía estar allá arriba y contemplarlo todo: mi ciudad, mi casa, las calles, el puentes, la playa...

Cierro los ojos e intento absorber ese instante, sentirme parte del universo, porque en la mayor parte del tiempo me siento como una marginada. Y no es que eso sentirme mal, simplemente, la mayor parte del tiempo no coincido con la gente.

Camino más aprisa porque siento que una energía me mueve, deseo llegar a la playa. Sin darme cuenta, estoy trotando, impulsada por una batería interna. Hasta que llego. Me quito los tenis y piso la arena. Aminoró la marcha y disfruto cada paso, cada huella. Imagino mis pasos cruzándose con los de cientos de personas más, pero sin conocernos, sin toparnos siquiera, pero todos viniendo a este hermoso lugar. Llegó hasta la orilla y contempló el mar, negro, inmenso, misterioso, como la noche. El aire esta helado, pero aún así me quito la chamarra. Quiero sentir. Estiro los brazos y doy un par de vueltas como lo hacía cuando era niña y venía a la playa con mis padres. 

El agua roza mis pies y puedo sentir lo fría que está. La piel se me enchina de nuevo, respiró profundamente e introduzco los pies en el mar. En ese momento deseo fundirme con la playa, volverme agua y sal, volverme infinita y misteriosa. Como la noche.

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Nota: Esta es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.