viernes, 1 de abril de 2016

Work of Fiction: Inmortal




Allí estábamos los dos, frente a frente. Sujetaba el arco con fuerza pero no me atrevía a disparar la flecha. Él me miraba, como siempre, con decisión, con esa tenacidad que siempre le caracterizaba. Sabía que no fallaría, sabía que una vez que disparara esa flecha, volaría firmemente hasta que le atravesara el corazón. Yo era muy diestra con el arco, y él lo era con la espada. Por eso quería que él lo hiciera primera, que me atravesara con el frío metal la piel y que yo no pudiera disparar esa flecha. Lo sé, es un deseo suicida. Pero lo cierto es que yo no quería disparar. Pero tampoco podía rendirme. Todo era más complicado que eso, y mucho más cruel. Mientras lo seguía observando, me pasaban por la cabeza todos los momentos que habíamos pasados juntos, pocos pero inmortales. Seguramente después de la batalla se convertirían en recuerdos que acompañarían por siempre a alguno de los dos.

Yo estaba enamorada de él, estaba enamorada de mi enemigo. O al menos eso era lo que él representaba para mi familia, un enemigo. Nuestras familias habían sido rivales por todo el tiempo que yo podía recordar y más atrás, quizás por siempre. Si alguna vez compartimos lazos afectivos nunca ha sido revelado. Hasta ahora. Se suponía que todo sería diferente. Pero acaso no siempre es lo que quisieramos, qué todo fuera diferente? Mis padres, por ejemplo, deseaban con todas sus fuerzas concebir un hijo varón. Pero no fue así, contra todo lo previsto, tuvieron una hija, yo. La heredera, la última de su linaje, y la que esperaban, fuera la vencedora de la batalla. Tampoco es que me hayan tratado mal, a veces mi padre era un poco duro conmigo, pero creo que la mayoría de los padres lo son. Siendo la única hija, me entrenaron en la artes de la lucha, así que podía manejar con habilidad ciertas armas, pero mi favorita era el arco, dominé el arte de manejarlo y ahora me encontraba aquí, dispuesta a usarlo. A disparar una última flecha.

Yo seguía los ojos de mi adversario, y recordé el momento en el que nos habíamos conocido. Habia sido en un baile donde él se había colado, idea de uno de sus primos, para conocer a la "familia rival", la familia que tanto odiaban sus padres. A veces pienso en si los acontecimientos se hubieran presentado en diferente forma, tal vez ni siquiera nos hubiéramos enamorado.Pero el destino actúa en formas misteriosas, y yo me crucé con su mirada. Y entonces lo supe. Aún recuerdo la sensación que me produjo su mirada, no fueron las típicas mariposas, ni tampoco una alegría indescriptible. Sentí como si una flecha me atravesara el corazón, el dolor fue tan real que me llevé una mano al pecho, pero no había ninguna herida. Fue algo tan extraño que me cambiaría para siempre.

Por supuesto, mis padres tenían planes diferentes para mí. Casarme con alguno de súbditos nobles, o con el heredero de alguna gran casa rica y poderosa. Cualquiera que pudiera acrecentar su poder. Mi madre me lo había dicho alguna vez "las mujeres solo servimos para casarnos". Detestaba ese frase, y creo que mi madre también, porque había un dejo de amargura cuando la dijo. Probablemente, su madre si la había dicho y tuvo que creérsela. Pero yo no.

Ahora a él y a mi, nos separaba un campo de batalla, pero siempre nos había separado la rivalidad de nuestras familias. Siempre peleando por tierras, por poder, por súbditos. Siempre peleando por todo lo que no era lo importante. Mientras nosotros, los herederos de ambos, yacíamos en la batalla final. Solo un vencedor, pero eso no parecía importarles. Fue en ese momento que supe que toda nuestra vida nos habían preparado para esto. Habían decidido sacrificarnos desde hace mucho tiempo.

Yo sabía que nuestro amor era imposible. Lo supe desde el momento en que probé sus labios, pero aún así quise entregarme a la utopía que era quererlo. Habíamos sido unos tontos por creer que podríamos cambiar las cosas, que tal vez podíamos unir a nuestras familiar... Teníamos tantos deseos, que en ese momento no podíamos darnos cuenta de lo que equivocados que estábamos. Éramos unos tontos.

Por un momento pensé en soltar el arma. Deseaba correr y entregarme a sus brazos. Besarlo una última vez. Sabía que se acababa el tiempo y que tarde o temprano uno de los dos tendría que actuar. 

Me permití un último recuerdo. Aquella vez que estuvimos juntos por primera vez. Recordé el tacto de su piel, la calidez de su respiración, la suavidad de su cabello, la destreza de sus manos rasposas y la tenacidad de su mirada. Sabía que el recuerdo de esa noche me lo llevaría conmigo. 

-¡Hazlo! - gritó la voz de mi padre.
Y por primera vez no pude soportarla. Ni siquiera cuando me regañaba me había parecido intolerable, pero esta vez sí.

La cuerda estaba tensa y la flecha estaba en posición, tan solo tenía que soltarla. Pero no podía. El brazo me dolía de mantener la misma posición, pero una fuerza desconocida me hacía incapaz de moverme.

-Hazlo por favor - murmuré.

Tenía la esperanza de que él hubiera leído mis labios. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Él sostenía la espada con firmeza y había determinación en su mirada. Supe que había entendido lo que había dicho. Comenzó a avanzar.

Yo solo quería que todo terminara. Sabía que nuestro amor era imposible. Ambos lo supimos. Y quizás este había sido nuestro destino desde el principio. Éramos juguetes del destino. Había algo de poético en toda esta situación. Tal vez se acabaría todo, pero nosotros nos volveríamos inmortales. Escribirían historias sobre nosotros, sobre los amantes desdichados, los jóvenes enamorados que no podían estar juntos. El mundo sabía sobre nosotros y nuestro amor inmortal. Porque si algo había entendido era precisamente eso, que el amor era inmortal.

Entonces una idea atravesó mi mente. Él avanzaba hacia mí, me miraba fijamente, y asintió. Lo supe, él había tenido la misma idea que yo. Vacilé por un momento, pero el murmuró algo. Suspiré por una última vez y solté la flecha. Él estaba cerca. Quise cerrar los ojos para no ver el resultado pero fue demasiado tarde. La flecha dio en el blanco. Se llevó una mano al pecho y dio un par de pasos. Me acerqué hasta él y lo miré una vez más. No diré que fue la última vez porque estaba segura que seguiría observando sus ojos, sus hermosos ojos por toda la eternidad.

Me tomó por la cintura y me besó. En ese momento sentí el frío metal atravesarme la piel. Me sujeté de sus cuello y tuve la misma sensación que cuando lo conocí. Me lleve una mano al pecho. Murmuré un te amo y después todo se desvaneció.

****
Nota: Esta historia está basada ligeramente en Romeo y Julieta de William Shakespeare. 
La frase en letra cursiva "Éramos juguetes del destino" aparece en Romeo y Julieta, Acto III, Escena I (I am fortune's fool - soy un juguete del destino)

1 comentario:

  1. Oh si Romeo y Julieta, pero me agrado tu insinuación

    Pulgar arriba!

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