México, 14 de Agosto del 2014.
Movía el café lentamente con la cuchara, con movimientos circulares, lo miraba fijamente, como si allí pudiera encontrar respuestas a las interrogantes del universo. Habíamos ordenado el almuerzo y después habíamos guardado silencio, sin embargo, no era uno de esos silencios incómodos ni aburridos, era de uno de esos silencios cargados de palabras que no nos atrevíamos a decir. Un silencio que aguardaba, expectante, a que alguien pronunciara la primera sílaba de una palabra. Pero no me molestaba, mientras ella contemplaba su taza de café, yo la contemplaba a ella. Sus delicadas manos, el cabello castaño que le caía sobre los hombros, su vestido rosa, pero sobre todo, sus labios, sus perfectos labios, tan cercanos y tan posibles de besar.
Alzó la mirada, y sonrió ligeramente, fueron sus perfectos labios los que rompieron el silencio:
-De que querías hablar?
Yo también sonreí. Yo la había citado ahí, pero aún no era tiempo de desvelar el motivo.
-Solo quería verte, hace mucho tiempo que no te veo.
Volvió a sonreír.
-Este lugar es muy bonito, nunca había venido.
-Me lo recomendó una amiga- mentí.
El lugar había sido una especie de invernadero, pero ahora se había convertido en un restarurant de cristal, de las paredes aún colgaban enredaderas y en algunos sitios había flores, como un recordatorio de lo que fue. Pero lo que más me gustaba era la forma en que caía el sol, en como la luz traspasaba las paredes de vidrio y caía ligeramente sobre las personas, dibujandoles un aura. Era bello y melancólico. Y la luz en este momento caía espectacularmente sobre Clara, iluminándola, era hermoso.
Platicamos de cosas banales, del trabajo, de la vida cotidiana, de la rutina, corrección, de mi rutina, porque Clara odiaba esa palabra, y ella se rehusaba a tener una. Desayunamos. Y el tiempo transcurría, y yo seguía sin desvelarle el motivo de nuestra cita. Sabía que tendría que apurarme, pero esperaba el momento preciso, aunque ese momento nunca se sabe cuando es. Pero antes tenía que saber algo, así que le hice la pregunta:
-Como van las cosas con Co...?- no terminé la pregunta porque ella me miró seriamente. En ese momento supe, que no debí haber hecho esa pregunta.
-No quiero hablar de eso.
Tomé un poco de café y Clara se dipuso a sacar un cigarrillo.
-Creí que ya lo habías dejado.
No me gustaba que Clara fumara.
-Siempre haces suposiciones sobre mí- fue su fulminante respuesta. No sabía porqué pero sentí un trasfondo en sus palabras, como si quisiera darme a entender algo. El café me supo más amargo.
Clara colocó el cigarro sobre sus labios, y lo encendió. Ella fumaba desde que yo la conocí, y aunque lo dejaba por algunos meses siempre regresaba a el. -Es mi única rutina - decía, con una mezcla de melancolía y amargura.
-Me iré a París - dijo con aire seco. Sus palabras salieron de la nada pero me golearon como un torbellino. Enmudecí por unos instantes.
-Cuándo?- fue lo único que pude balbucear.
-Dentro de dos semanas. No sé cuando regrese. No se si regrese.
-Porqué?
Ella se encogió de hombros. Yo estaba acostumbrado a esa clase de respuestas, pero esta vez no iba a aceptarlas.
-Escucha Clara, creo que te estás apresurando.
-Lo llevó planeando desde hace unos meses.
Eso me dolió. Cierto Clara y yo no nos veíamos muy seguido, pero procuraba mantenerme en contacto con ella y no me lo había dicho. No tenía porqué darme explicaciones, pero yo quería una explicación. Éramos amigos, me la debía.
-Es por Cortez? - esta vez si completé mi pregunta.
Rafael Cortez era el hombre con el que Clara mantenía una relación. Él era casado y Clara lo sabía, pero ella decía que solo era "algo casual" y que eso no le importaba. "No hay amor" recuerdo que me había dicho, y me pidió que le llamara por su apellido, para no crear un vínculo más profundo, el apellido le parecía más formal, el nombre más íntimo. Sin embargo, su repentina partida, para mí estaba ligada a ese hombre. Tuve ganas de romperle la cara.
-Rafael y yo terminamos.
Lo dijo. Ella había dicho su nombre. Entonces había algo más entre ellos. Hasta ahora Cortez había sido solo un apellido, un fantasma, pero ahora empezaba a tomar forma y eso no me gustaba.
-Lo amas - dije, sin poder evitar un tono amargo.
Clara suspiró.
-No, pero el estaba enamorado de mí.- su respuesta me sorprendió.- Me dijo que iba a divorciarse, que quería estar conmigo. No pude soportarlo. Tuvimos una pelea horrible. Las cosas no debieron suceder así. El no debía enamorarse de mí. - Me miraba fijamente, y por una vez, creí percibir que su respuesta no solo iba dirigida a él, sino también a mí. Ella lo sabía. Lo sabía.
-Escucha, Clara, yo....
-No lo digas por favor.
Esta vez la miré yo, esta vez con reproche.
-Te amo. - lo dije sin poder evitarlo.
Ella tomo su bolsa y salió del restaurante. Durante un momento no pude creerlo, se había ido. Pensé en quedarme ahí, con todo mi coraje, pero decidí no hacerlo. No actuaba con sensatez, actuaba por instinto. No podía dejarla ir. Dejé dinero sobre la mesa y salí tras ella. La detuve justo antes de que tomara el taxi.
-Porqué haces esto Clara? Porqué siempre huyes del amor?
La sostenía con fuerza.
-Tu no me amas - dijo entre sollozos.
La miré, como se atrevía? Ella que sabía de mis sentimientos? Ella no sabía nada. Sentí la furia apoderarse de las células de mi cuerpo. Quería golpear algo. Le di una patada al parquímetro.
-Tu amas las suposiciones que haces sobre mí. No a mí, no a esta Clara que soy.
No entendía lo que me estaba diciendo, solo quería que se retractara. Que dijera que ella me amaba también. De vez en cuando también los hombres esperamos una escena romántica.
-Tu crees que cuando estemos juntos yo voy a cambiar y me convertiré en una chica dulce y tierna, una chica que necesita ser rescatada de la torre. Pero no lo soy, no lo puedo ser!
Había vuelto a su discurso. Y yo seguía sin entender nada. Yo la amaba, era lo único que sabía.
-Escucha, Clara, te conozco. Sé como eres, somos amigos desde hace años. Y me enamoré de ti por como eres. Me has mostrado tu verdadero yo, al menos que me hayas mentido todos estos años, pero no lo creo. Sé que no eres la chica que voy a rescatar de la torre. Eres demasiado lista. Eres demasiado desesperada, eres aventurera. Sé que para cuando yo llegará a la torre tu ya te habrías ido. Eres una fuerza demoledora.
Clara lloraba. Y como detestaba que llorara. Y menos aún por mi culpa. La abracé.
-Porqué no lo intentamos?
Comenzó a llover.
-Tengo miedo- dijo entre sollozos.
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París, 07 de Octubre del 2015
Nos reencontramos en un parque de París. La esperaba sentado sobre una banca mientras tomaba un café. La vi llegar y recordé la última vez que la vi en el restaurant- invernadero. Sonrió. Nos saludamos y platicamos de su nueva vida. Vine para ver su primera exposición en París, será en una una pequeña galería pero parece muy entusiasmada. Hacemos bromas. Pese al silencio que siguió al evento en el restaurant decidí venir. Ella me había invitado, y yo la extrañaba. Extrañaba su compañía. La extrañaba en todos los aspectos.
Le platiqué sobre Susana, mi novia. Ella me contó que tiene una mascota, un gato llamado Suki. Caminamos por el parque. Me habla sobre París y le preguntó si tiene novio. Ella me dice que no.
Hay algo especial en este momento, pero no sabría decir qué es. Percibo algo diferente alrededor de nosotros, una especie de energía que nos envuelve. Caminamos, comemos, cenamos. Vistamos la torre Eiffel. Y al final del día contemplamos el cielo nocturno. Antes de despedirnos dijo:
-Te extrañaba. Dime que seguiremos siendo amigos.
Y lo hice. Me di cuenta que aún la amo, y creo que siempre lo haré. Tal vez debería dejar de conjugar verbos en futuro y pensar más en el presente. Porque solo puedo hablar del presente.
Y hoy la quiero.
Nota: Esta una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.