-Creo que estoy enamorado de ella-
Dejé que sus palabras entraran lentamente en mi cabeza y se asentarán con un duro golpe, como un barco que ha alcanzado el fondo del mar. Las palabras resonaron en mi cabeza, pero yo aún no lograba comprenderlas, por algún motivo extraño, mi cerebro estaba tardando en procesarlas. Pero cuando por fin logré entenderlas sentí una chispa en el corazón. Sabía lo que estaba por venir, el corto circuito, el dolor que me envolvería como una tormenta, larga y oscura, que te dejan agotada.
No sabía que decir, sabía que tenía un deber como amiga, y seguramente podía dar una de esas respuestas frías y ensayadas que todos tenemos, pero no se me ocurría ninguna. Sonreí ligeramente y tomé un trago de café. Tenía la esperanza de que la cafeína me despejara la cabeza y me quitara un poco el dolor que iba expandiéndose por mi corazón. Del otro lado de la mesa, Luis aguardaba mi respuesta. Al notar mi silencio, siguió hablando.
-No lo sé, es que con ella, todo es tan diferente - dijo lanzando un suspiro. Deseé con todo mi corazón que ese suspiro me perteneciera, que fuera para mí, pero sabía que no era sería y que nunca sería así. Conocí a Luis en la universidad, estudiamos la misma carrera y nos hicimos buenos amigos. Me enamoré de él. Me conocía tan bien, y yo a él. Se lo confesé pero me dijo que él no podía corresponderme porque solo me veía como una amiga, le dije que no había problema, que lo entendía y que siguiéramos siendo amigos. Tardamos un poco en volver a tratarnos normal pero finalmente lo logramos, después de todo éramos personas maduras. Sin embargo, yo seguía enamorada de él. No sabía si él también lo continuaba creyendo, o quizás pensaba que ya lo había superado. Después de todo me había presentado a Elisa, la chica de la que me estaba hablando.
-Estás bien? No has dicho ni una palabra. - Tomó la copa de vino tinto y tomó un sorbo.
-No, es solo... estoy un poco distraída eso es todo.- Traté de sonar lo más convincente que pude.
-Es solo que creo que Elisa podía ser la indicada. Ya sabes, para casarme.
En ese momento juró que pude escuchar el kaboom! de mi corazón explotando en mil pedazos. Hice todo lo que pude para contener las lágrimas. Decidí que necesitaba más café y apuré lo más que pude de un trago, pero aún así no pude evitar el corto circuito que estaba teniendo lugar en mi anterior. Y aunque no podía ver mi corazón lo sentía como uno de esos anuncios de neon que parpadean y que sabes que están por apagarse.
-Irene - me dijo - estás bien?
En serio traté, pero ya no pude ocultar las lágrimas. Una música triste comenzó a sonar en las bocinas del restaurant. Todo era tan inverosímil y sin embargo estaba sucediendo.
-Lo siento - murmuré entre sollozos. Supe que la gente nos estaba mirando y traté de recomponerme, pero el dolor era inevitable, se había disparada y lo sentía correr para las venas, invadiéndome completamente.
Luis me miraba perplejo, y entonces vi que su expresión comenzó a cambiar. Lo entendió. En sus ojos comenzó a sentarse la verdad. Lo supo. Sabía que durante todo este tiempo yo aun seguía enamorada de él, y que por eso estaba reaccionando de esta manera.
Quise decirle que eran lágrimas de felicidad, que estaba feliz por él, que todo iría bien. Porque eso es lo que hacen los amigos, Y sin embargo la voz no me salía, parecía que se había ido por algún agujero negro y me asustaba la idea de no volverla a oír. Pero lo que me aterrorizaba aun más era la idea de perderlo para siempre.
-Después de todo este tiempo.... - murmuró. Sus ojos dibujaban tristeza. Guardó silencio.
-Estoy feliz por ti - yo sabía que había sonado falso. Mi aspecto y lo que decía no concordaban. Me miré las manos esperando que Luis dijera algo. Pero solo me miraba, con una mirada indescifrable.
-Yo...- dijo e hizo una larga pausa - He sido un imbécil. Perdóname.
No había nada que perdonar. Él había seguido con su vida, había conocido a alguien más y se había enamorado. Era algo natural. Lo único que me dolía es que no había sido de mí. Moví la cabeza esperando que comprendiera lo que yo estaba pensando, pero sabía que no era posible. Respiré, tratando de recomponerme y logré sacar un hilo de voz de ese lugar oscuro donde se encontraba.
-No hay nada que perdonar. Estoy feliz por ti. En serio. - Esta vez mi sonó distinta. Las palabras manaron de mi corazón que estaba a punto de apagarse. No duraría mucho tiempo. Luis guardó silencio una vez más. Los recuerdos de ambos pasaron por mi mente, en cámara lenta, danzando al compás de la música triste que sonaba.
Me observé las manos y noté que las venas empezaron a tornarse azules. Mi piel estaba fría como el hielo. Miré a Luis. Quería verlo una vez más. Quería verlo para siempre.
-Pensé que ... - ahora parecía que la voz de Luis se había por el agujero negro - Ha transcurrido tanto tiempo desde que me lo dijiste. Pensé que...
Moví la cabeza y sonreí. Sostuve la taza y di un último trago al café.
-Siempre, siempre te amaré.
La taza se me cayó de las manos y se estampo en el piso, quebrándose. La cara de Luis dibujó una expresión de alarma. Yo sentí el frío recorriéndome todo el cuerpo, envolviéndome como una manta, aunque la comparación suene ridícula. Mi piel se estaba volviendo pálida, y un color azuláceo, empezaba a apoderarse de ella. Todo el restaurant nos observaba. Mi corazón parpadeaba cada vez más, y me arrastraba hacia la oscuridad, o quizás me convirtiendo en ella. Pero no me importaba, yo sería la noche y Luis, sería las estrellas, yo sería el lienzo y el la luz que brillaría por siempre. Quizás así concluían algunas historias de amor.
Sentí una lágrima recorrer mi mejilla, y el calor del café desaparecer de mis labios. Yo no dejaba de mirar a Luis, sabía que él era lo que yo quería ver por siempre. El fue siempre mi certeza. Lo amaba y siempre sería así.
Y de repente mi corazón se apagó.
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Nota: esta es una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia. La música que suena en el restauran es "Vinegar & Salt" del grupo Hooverphonic.