No recuerdo que mis padres me llamaran princesa. Yo tampoco recuerdo haber querido ser una, de hecho a mí me gustaba disfrazarme de Batman, o de la Mujer Maravilla. Admito que veía las películas de Disney y que era una gran fan, pero nunca llamó mi atención el querer disfrazarme o el querer ser una princesa. Quizá el feminismo ya venía implícito en mi genética. Tal vez.
Conforme pasaron los años me fui alejando del concepto de princesa y diría que llegué a convertirme en lo contrario, Tal vez era una forma de rebeldía, o quizás mi yo interno liberándose. Lo cierto es que el concepto de princesa se convirtió para mí en un término obsoleto. Me di cuenta que los cuentos de hadas no son la realidad, y que el "vivieron felices por siempre" no aplica para todas las historias, Las historias sobre princesas comenzaron a parecerme aburridas, y empecé a buscar aquellas en las que las protagonistas no fueran perfectas, en el que fueran guerreras que luchaban por ideales y no solamente por un perfecto castillo a lado de un príncipe.
Y sin embargo, vivo en un lugar de princesas. Vivo en una sociedad en la que aún se imponen conceptos sobre las mujeres, sobre como deberían ser, y al final me he dado cuenta de que las educan para ser princesas. Porque es lo correcto, lo mejor, porque así debe ser, porque solamente así encontrarás a tu príncipe azul. Y la idea se me hace fría y banal.
Dónde queda todo lo demás? Los ideales personales, los sueños, y las metas? La superación personal? La educación, las ganas de aprender, de cultivarte para ti y para nadie más?
Vivo en lugar de princesas. Y a veces no puedo evitar preguntarme si la equivocada soy yo. Entonces pienso en que quizá tengo que descubrirlo, tengo que viajar, tengo que perderme, que sumergirme y después surgir hasta llegar a ese lugar que estoy buscando, a donde vamos las que nos rehusamos a ser princesas. No lo sé, pero me dan ganas de intentarlo.
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