Como dije la entrada anterior, toda la semana pasada he estado tratando de escribir una entrada "decente" en el blog sin mucho éxito. Abría la página, y cuando tenía el espacio en blanco para escribir me congelaba. Las manos se me entumían y la inspiración se iba acompañada de una larga exhalación. Cerraba y volvía a abrir todos los días, y me iba así sin más, sin escribir nada. Y sin embargo ahora estoy aquí tratando de que lo que escriba hoy tenga algo de coherencia.
Durante estos días he estado haciendo trabajo de introspección cañón, pero debo aclarar que no por voluntad propia. No, no es que me lo haya dejado mi terapeuta ni nada de eso. De hecho yo me negaba completamente a hacer un autoanálisis porque simplemente me daba flojera y quería evadir el tema. Y sin embargo, mi mente, haciendo lo que le place comenzó con el autoanálisis. Al principio solo eran ideas que iban y venían de repente, generalmente en mis ratos libres. Y de repente boom!, todo se fue al carajo. Es como si mi lado emocional hubiera pateado a mi lado racional del centro de mando para volver a recuperar su sitio.
A veces no sé si mis emociones se manifiesten de manera retardada, o algo subconsciente las detone, lo que sí sé es que me embargó un profundo dolor. Un dolor que puedo sentir desde las raíces y que se fue extendiendo por cada rama hasta florecer. El dolor se abrió paso de nuevo y simplemente dejé que me inundara, me entregué a él porque a veces es lo único que se puede hacer. Era necesario.
Y entonces el dolor comenzó a moldear mis ideas y expectativas, cambiándolas. Aún no puedo ver el resultado pero si puedo sentir como las está permeando, transformándolas. Pensé que el dolor siempre nos transformaba, una vez que pasamos por él nunca volvemos a ser los mismos. Cambiamos, y ya no volvemos a ser quiénes éramos.
Quizás era necesario que lo experimentara, quizás es la forma en que me reconstruiré de nuevo. Lo cierto es que por el momento me siento dispersa, observando las piezas esparcidas mientras trato de moldearlas en algo nuevo. Si algo he aprendido es que el dolor tiene el poder de abrirte los ojos, y entonces tu percepción de la realidad cambia. El dolor suele ser revelador, y pone frente a ti verdades que evitabas, cosas que ignorabas pero que estaban escondidas, sin importar cuanto te esfuerces por no ver.
Termino esta entrada con una frase que reza así "hay una grieta en todo, así es como entra la luz". Entonces que se haga la luz.