Prometí que no iba a escrbirte de nuevo. Me molesta sobremanera el hecho de tener que romper esa promesa y redactar estas líneas, pero una vez más, el corazón y la pluma (o mejor dicho, el teclado) me han traicionado.
Lo que origino todo este caos, fuise tu. Siempre eres tú. No, mentira. Fui yo. Yo al escribirte esas sencillas palabras. Mi sensatez me dice que fue error, que ya debo dejarlo por la paz, que debo dejarte ir. Ignorarte sería más fácil, o eso me digo.
Y es que esperaba una respuesta tuya, aunque unas palabras de cortesía, quizás de esas frases que ya tienes ensayadas con anterioridad. Sin embago, tengo que conformarme con un me gusta. A eso nos hemos reducido, a comunicarnos a través de un botón.
Ayer pensé en escribirte, enviarte un inbox para saludarte y ver que tal te va en tu vida. La esperanza de una respuesta se me ha desvanecido con este suceso.
Muchos dirán que estoy dramatizando. Puede que así sea. Yo pensaba que esto era caso cerrado, pero quizá soy de esa parte de la población masoquitsa que le encanta sentir el dolor de desenamorarme mientras escucho las canciones que me recordaban a ti, y veo las fotos de tu vida. Quizás.
O tal vez soy una soñadora que cree que aún puede conseguir tu amor. Imaginando la utopía de nuestra vida juntos. Quizás.
Ayer me puse a pensar en ti antes de dormir, como se me da tan bien, y empecé a enumerar todas las cosas que no teníamos en común. Todas nuestras diferencias, si esas cosas que no nos permitirían estar juntos.
Quizás. Quizás. He escrito tantos quizás que ya he perdido la cuenta. Respiro, una vez más, mientras siento como se me evapora tu recuerdo, y nos vamos desvaneciendo en un quizás.