Carolina y yo llegamos puntuales a la fiesta, como era mi costumbre. Ya sabía de antemano que no habría nadie, tal parece que la impuntualidad es un defecto que se ha metido hasta los huesos en la mayoría de las personas, pero no me importaba, así aprovecharía para charlar con Marisela y ponernos al corriente con lo que sucedía en nuestras vidas. Tenía mucho tiempo de no verla, y por ende, mucho que contarle. La celebración de su 25 cumpleaños me parecía estupenda para un reencuentro.
Marisela abrió la puerta y no saludó. La abracé fuertemente y él solo verla me hizo sentir más feliz, sentí como si el tiempo no hubiera pasado y flashes de nuestros buenos momentos pasaron por mi cabeza. Hay amistades que duran por siempre. O eso quería creer, porque ambas habíamos cambiado con el paso del tiempo, y una parte de mi se preguntaba si aún tendríamos tantas cosas en común como antes.
Pasamos a la sala y comenzó la plática, fluida y agradable, cada una narrando las aventuras que habíamos pasado. Pronto surgieron las carcajadas y los recuerdos de los momentos que habíamos vivido juntas. Carolina, Marisela y yo nos conocimos en la escuela, y desde entonces nos hicimos muy buenas amigas, aunque cada una había tomado un camino distinto era agradable estar cerca de ellas de nuevo, riendo y platicando, como en los viejos tiempos.
Al poco rato empezaron a llegar los invitados, y la fiesta comenzó. Pasamos al jardín. El licor y los bocadillos también empezaron a fluir (y a consumirse) con rapidez. La música comenzó a sonar, algunos se animaron a bailar mientras otros permanecieron en sus asientos platicando. El olor del cigarro pronto inundaba el aire y me sentí tentada a fumar uno, pero lo estaba dejando aunque el plan no estaba funcionando muy bien, quizás la palabra correcta era que estaba disminuyendo su consumo.
Carolina y yo platicamos con algunos de los amigos de Marisela, ella como buena anfitriona andaba de un lado a otro atendiendo y platicando con todos sus invitados. Conforme pasaba el tiempo, se empezó a notar una disminución en la energía de los invitados, parecía que alcohol y la comida ya estaban haciendo sus tragos.
Sin poder resistirme más me retire a uno de los extremos del jardín para fumarme un cigarro. La temperatura había bajado más en el transcurso de la noche, así que abotoné todo mi abrigo. Contemple el cielo, el tenue brillo de las estrellas iluminaba el pálido cielo. A mi mente me vino un nombre: Martín. Hace pocos días habíamos terminado nuestra relación porque me enteré que me había estado enganando con una tal Jacqueline. Eso me había dolido demasiado. Martín y yo habíamos tenido una relación complicada desde el principio, pero precisamente eso era lo que más me atraía de nuestra relación. Peleábamos demasiado, la mayoría del tiempo por cosas demasiado ridículas, pero por alguna loca razón. ese era el combustible de nuestra relación, y ambos lo sabíamos. Éramos polos opuestos y eso al final, nos pasó factura. Tal parece que él se había cansado de nuestra "relación consumista" (así la llamó el día en que rompimos).
Esa había sido su excusa, pero ambos sabíamos que era mentira. Nos conocíamos demasiado bien. Lo cierto era que se había enamorado de Jacqueline y que a mí había dejado de amarme. Fue muy doloroso. Los días posteriores a la ruptura fueron una locura. Pasé días sin salir de mi casa, con demasiado alcohol en mi sistema, llorando y fumando. Fue deprimente. Hasta pedí incapacidad en mi trabajo. Apenas estaba recuperándome y la invitación de Marisela me había parecido una buena idea para despejarme.
-Hola de nuevo - dijo una voz sacándome de mis pensamientos. Se trataba de uno de los amigos de Marisela con él que había conversado apenas un rato, pero no podía recordar su nombre. Había escuchado tantos que ya se me habían revuelto algunos y olvidado otros.
-Hola- dije sin muchos ánimos de platicar. Escuché el sonido de un encendedor y lo observé detenidamente. Se estaba fumando un puro. Al menos era de los míos.- Vaya, tu si que sabes - le dije esta vez más animada- tiene mucho que no fumo uno de esos.
Sonrió y me pareció que tenía una linda sonrisa. Maldito alcohol.
-Sí, bueno, así pasa cuando ya tienes el vicio muy arraigado. Requieres algo...más fuerte.Qué te parece la fiesta?
-Genial - dije -
-Desde cuándo dijiste que conocías a Marisela?
-Desde hace 10 años
-Vaya eso es mucho tiempo - me miró, y levantó un vaso de plástico a manera de brindis.- Salud!
Tomó un buen trago del vaso y después dio una bocanada a su puro.
-Qué tomas? - pregunté con curiosidad.
-Vodka... en las rocas.
-Vaya eso si que es pro - la verdad es que no conocía a muchas personas que tomaran vodka derecho, así que estaba algo sorprendida.
-No tanto así - dijo sin darle importancia - pero tu no tienes vaso.
-Ya no estoy tomando
-Pues deberías, estamos celebrando.
-Oye, espero que no te molestes pero podrías recordarme tu nombre? He escuchado demasiados y tengo mala memoria.
-Fernando - dijo mirándome fijamente. Yo no pude evitar sonreír tontamente. - El tuyo es Paulina - dijo - yo aun tengo buena memoria con todo y el vodka.
No pude evitar reírme. No lo describiría como guapo, pero tenía "algo" que llamaba mi atención. Tal vez era su encantadora sonrisa, sus ojos negros profundos o la seguridad que aparentaba. O tal vez porque me recordaba vagamente a Martín. O tal vez era todo eso. Comenzó a sonar una melodía.
-Quieres bailar? - preguntó estirando la mano. Dudé un momento pero al final acepté.
La melodía era una balada. Parecía que habíamos llegado al inevitable momento de la fiesta en el que la melancolía embargaba a todos y era el momento de recordar a viejos amores, a amores no correspondidos, o todo aquello que nos hacía sentirnos tristes. Maldito alcohol.
Fernando colocó sus manos sobre mi cintura lo cuál me sorprendió. No nos conocíamos y me pareció algo atrevido de su parte, pero una parte de mí quiso seguirle el juego. Así que coloque mis manos alrededor de su cuello. En seguida pintaría mi raya y le dejaría en claro que no estaba en un mood romántico. El romanticismo era lo último que deseaba en este momento, así que comencé con mi serie de preguntas irreverentes.
-Entonces, fuiste novio de mi amiga?- la pregunta lo tomó desprevenido pero rápidamente contestó.
-No, para nada. Marisela es como una hermana para mí.
Oh sí claro. Como una hermana. Nunca me he creído eso del amor fraternal que los hombres dicen sentir por alguien. Patrañas. Yo seguí, tenía que pararle su carro antes de que continuara con su plan maestro de seducción.
-Pero hay alguién que te gusta de este fiesta no es así?
Me miró fijamente un momento y respondió - Sí, en eso tienes razón. Su nombre empieza con P.
El corazón se me fue al suelo. No me imaginé una respuesta tan directa. Pero no, yo no podía ni quería nada que ver con los hombres en este momento.
-Patricia - dije refiriéndome a una de las chicas que estaba en la fiesta, amiga cercana de Marisela.
Sonrió.
-No, aunque no lo voy a negar es bastante guapa. Pero no. Eres tú.
Pum! Otra respuesta que no esperaba. Pero como se atrevía? El juego no estaba saliendo como yo quería. Tragué saliva. A dónde se van las respuestas ingeniosas cuando las necesitas?
-De hecho quisiera besarte.
Y volvió a sonreír. Ahora su sonrisa no me parecía nada linda, sino que se me hizo arrogante. No podía darle el gusto de ganar, no! Además no podía besarlo. El recuerdo de Martín estaba muy fresco. Sentí una punción en el corazón, el dolor estaba aún muy fresco. Yo no estaba para esas cosas, me hallaba en otra sintonía: antiromance, antirelaciones, antihombres. No, no, no.
No podía besarlo. Pero sabía que si no lo hacía me preguntaría algún tiempo después, como había sido besarlo, a que sabría su boca (aunque de eso ya me daba una idea), y a dónde nos habría llevado ese beso. Porqué ée haces esto mente? Además no podía besarlo, era amigo de Marisela, y que iba a decirle si nos veía? No, era una mala idea.
Pero quería besarlo. O al menos una parte de mí quería hacerlo. Besar es una mala idea. Un beso puede ser tu perdición, te puedo llevar a mundos desconocidos y peligrosos. Eso me paso con Martín, lo besé y fué mi perdición. Aún recuerdo la electricidad que recorrió mi cuerpo ese día. Cada vez que lo besaba sentía que mi corazón sufría una recarga, me palpitaba más rápido, tanto, que sentía que me faltaba el aire, pero no podía parar. Sus besos eran una maldita droga, y yo era una adicta que los necesitaba para sobrevivir...Pero eso ya había terminado.
Lo miré fijamente, y lo besé. Por curiosidad, porqué lo necesitaba, porque lo deseaba. El recuerdo de Martín se disolvió rápidamente y me concentré en lo sabores de la boca de Fernando. Vodka, humo, algo dulce, rock & roll. Y sentí como el corazón se me paralizaba, como si se detuviera, y pensé que iba a desfallecer. Era una sensación tan diferente. Y después lo sentí moverse de nuevo, latir al paso de nuestro beso. Había sido como magia. Había renacido en un beso.
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Nota de la autora: Esta es una historia de ficción, cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.
La balada que bailan los protagonistas es "Labios rotos" de Zoé.
La balada que bailan los protagonistas es "Labios rotos" de Zoé.
Jajajajajaja siempre río por los nombres de los personajes y mas por lo que se parece a ti. Me gusto mucho, de hecho no queria que acabara.
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