Quería besarlo. En serio, quería hacerlo. Mientras, él hablaba sobre asuntos diversos, la verdad no puedo recordar sobre qué era exactamente. Yo me concentraba en otra cosa, en sus labios, si, sus labios me parecieron un mejor lugar para perderme. En esa líneas finas que casi siempre gesticulaban seriedad.
Mientras él me hablaba, yo ya me había extraviado en otro universo, uno donde él y yo solos existíamos, y las circunstancias no importaban. El universo de su boca.
Mientras gesticulaba yo solo podía imaginar el sabor de sus labios, su textura, el tacto sobre los míos, el choque eléctrico que me recorrería todo el cuerpo. Valía la pena arriesgarse solo por eso. Valía la pena romper las reglas tan solo por sus labios, por un beso y quién sabe a dónde nos llevaría después. Me imaginé rodeando su cuello, sosteniéndome sobre la punta de mis pies, nerviosa, con la respiración agitada, pero besándolo, besándolo al fin.
Quisiera haberlo besado, pero no lo hice. No lo besé. Me detuvo "la moral", el miedo al rechazo, las dudas. Porque no sería correcto, porque si me rechaza ya no podría volverlo a mirar. Rayos! La moral! Esa que se nos impone como una muralla, que nos detiene y nos amarra. Con ganas de mandarla muy lejos, de vez en cuando!
Quiera que él tuviera tantas ansias de besarme como las tengo yo. Quisiera rendirme al placer de sus besos. Quisiera que su boca fuera la invitación a descubrir otro universo.
Pero no lo besé.
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