Me dijo que no. Y como se supone que debe seguir el tiempo?
Me dijo que no, que quería a alguien más. Y que se puede hacer, si en el corazón no se manda.
Escuché sus palabras y por un tiempo todo se congeló. Todo se reducía a ese momento, a esos segundos que transcurrieron al compás de mis latidos. Y después todo colapsó.
No, el dolor no fue inmediato. Fue después de que su voz entró en mi mente, y que pude mecanizar lo que me había dicho. Nos abrazamos. Había sido una despedida.
Pensé que el tiempo era muy injusto, porque continuaba, como si nada, como si en ese momento no hubiera miles de personas con el corazón roto, como yo. Gente que en ese mismo instante estaba derramando lágrimas, y el tiempo no nos dedicaba nada. No nos daba una tregua. Avanzaba, normalmente, como si nada hubiera pasado.
Recuerdo haber sentido las punzadas de dolor, espaciadas al principio, y después más continuas, hasta que pude sentir la oleada de dolor en todo su esplendor. Porqué hay algo de belleza en los corazones rotos, algo poético en ellos. Acaso no los grandes poetas han escrito sus mejores obras cuando tenían el corazón roto?
Arriesgué. Dije lo que pensé que nunca me atrevería. Pronuncié las palabras más hermosas del planeta. Pero él me dijo que no. Y no puedo culparlo, no podemos elegir de quién nos enamoramos. Sólo pasa, y tenemos que dejar que ese rayo nos golpee y nos sacuda, y si salimos bien será maravilloso y si no debemos pasar por la tormenta. Lo sabía. Había calculado la probabilidades.
Pero ahora solo estaba yo con mi corazón roto, con la herida abierta y con el dolor golpeándome con toda su fuerza. Pero era un dulce dolor. Incluso las lágrimas tenían un sabor dulce, era extraño.
Sabía que con él tiempo la herida sanaría. Sabía que volvería a amar y sabía que algún día volvería a sentir este dolor. Era parte de la vida. Sabía que la tormenta era necesaria para poder ver el arcoiris. Y tal vez el tiempo me concedería una tregua después de todo. Algún día, cuando lo considerara pertinente.
Pero mientras llegaba ese momento tendría que rearmarme a mí misma. Y aunque me dijo que no, volvería a decírselo, porque el amor no debería vivir en el silencio. Hay que decirlo, aunque duela, hay que gritarlo,...
Y créeme que te lo volvería a decir, amor.
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