Lo veía vestirse desde la cama. Tomé un cigarro de la cajetilla y lo encendí, le di una calada y expulsé el humo. Él regreso a verme.
-Deberías dejarlo.
Sonreí, como siempre hacía cuando él me pedía dejar mi eterno vicio. Se terminó de abrochar la camisa y se sentó a mi lado. Comenzó a acariciarme el brazo. Le di otra calada al cigarrillo.
-En serio deberías dejarlo.
-Y tu deberías regresar a él
-No me tientes.
-Pensé que eso ya lo había logrado. - dije con una sonrisa coqueta. Él sonrió. - Ya sabes que soy una chica mala.
Me besó mientras me sujetaba de la espalda. El sonido de su celular rompió el momento.
-Si, ya voy, la junta esta por terminar.
Era su esposa. Yo estaba segura de que ella sabía que su mirado la engañaba, las mujeres somos demasiado inteligentes como para no saberlo. La naturaleza nos había otorgado el don de la intuición, y rara vez fallaba. Mi intuición me decía que estaban juntos más por costumbre que por amor. Tras 25 años de matrimonio no iban a divorciarse, después de tanto tiempo la gente tiende a no querer iniciar de nuevo. "Estabilidad" se convierte en la palabra sagrada.
-Quisiera quedarme- me dice. y estoy segura de que lo dice en serio.
-Pero deber irte - le respondo.
Me da un último beso y se va. Yo me quedo acostada sobre la cama, terminandome el cigarro. Me asomo por la ventana de la habitación y contemplo la avenida. Aún es temprano.
Mientras tomo un baño, empiezo a recordar nuestro primer encuentro. La universidad en la que había estudiado me invitó a dar una serie de conferencia sobre mi trabajo de química. Acepté de inmediato, me parecía una idea interesante, y algo poético el regresar a mi alma mater.
Fue precisamente ahí que nos reencontramos, él había sido mi profesor de química en los primeros semestres de la carrera, y desde ahí había sentido una atracción hacia él. Seguramente en ese tiempo yo le parecía una chiquilla, y nunca hubo nada entre nosotros. Pero ahora todo era diferente.
Platiqué con él desde el primer día, tratando de conocer más sobre él. El último día de mis conferencias decidí que era el momento de dar un paso más. Imprimí una serie de artículos científicos que creí que le podían ser de interés. Me dirigí hasta su oficina que se encontraba en uno de los laboratorios de la universidad, toqué la puerta.
-Pase - dijo con ese tono serio que lo caracterizaba.
Abrí la puerta y lo saludé. Me percaté de que llevaba la bata puesta, y sin saber porqué eso avivó mi deseo, quizás porque desde que estudiaba ahí, siempre me pareció que se veía mejor con la bata puesta. Lo saludé y comenzamos a platicar. Le mostré los artículos y cometamos algunas cosas de ciencias. Yo sonreía, cruzaba las piernas y me agarraba el cabello, pero sin dejar de verlo. A sus 50 años, me parecía que el profesor se veía aún mejor que cuando era su alumna. Era uno de esos hombres a los que los años le habían sentado aún mejor. Me dijo que quería mostrarme algo en lo que estaba trabajando. Me coloqué detrás de él, y miraba la computadora por encima de su hombro. Quería que captara mi perfume. Trataba de respirar tranquilamente aunque el corazón me palpitaba con rapidez. Estaba segura que para ese momento el profesor ya había descifrado mis intenciones pero no parecía responder a ellas. Platicamos un rato más sin ningún cambio. Pensando que mi plan había fracasado, tomé mi bolsa y comenzamos a despedirnos. Le di la mano, pero pensando que tal vez sería la última vez que nos veríamos decidí despedirme de beso. Pero antes de que pudiera besarle la mejilla, sus labios chocaron con los míos. No fue un beso dulce, era un beso apasionado, desesperado y delirante. Sentí sus manos deslizarse hasta mi cintura y apretarme más contra su cuerpo.
Sentí mi espalda chocar contra la puerta, y su boca se deslizaba hasta mi cuello y mis hombros. Sus manos acariciaban mis piernas, y mi respiración se hacía cada vez más entrecortada. La adrenalina se había apoderado de mi cuerpo. Mi ex-profesor comenzó a buscar el cierre de mi vestido, pero antes de que pudiera bajarlo lo detuve y le dije:
-Hagamoslo en el laboratorio.
Me miró con desconcierto por un segundo pero accedió. Lo cierto es que pese a ser química, nunca lo había hecho en un laboratorio, pero la idea de hacerlo ahí siempre había cruzado por mi mente. Recordé que una vez. en una de las clases del profesor, imaginé que lo hacíamos en el laboratorio. Me perdí en mi fantasía y para cuando el profesor me preguntó algo relativo a la clase, respondí una tremenda estupidez. Así que hoy estaba por cumplirse mi fantasía de juventud. El profesor cerró la puerta del laboratorio con llave. Bajo el cierre de mi vestido y comenzó a besarme de nuevo. El corazón volvió a latirme con fuerza mientras el besaba y acariciaba mis senos. Pude escuchar el eco de mis gemidos retumbar en el laboratorio. Necesitaba más.
Me sujeté de su cuello y comencé a besarlo. El olor de su perfume me golpeó de repente, y me volvió loca, quería sentirlo. Lo besé más aprisa y más apasionadamente, su boca, su cuello, su pecho. Pero necesitaba más. Bajé mi manos hasta su pantalón y le baje el cierre. Sin pensarlo dos veces me alzó el vestido y me recostó sobre la mesa de metal, y noté que estaba helada por el aire acondicionado. El frío se coló por los poros de mi piel, erizándola. Las sensaciones que podía percibir mi cuerpo parecían haberse amplicado desde que él me había tocado. El torrente de sensaciones invadía mi mente y no me dejaba pensar con claridad, pero quién quisiera hacerlo en un momento así?
No pude evitar soltar un grito la primera vez que lo sentí dentro de mí. Colocó su manos sobre mi boca y yo me rendía ante sus caricias, sus besos y la forma en que me hacía llegar al éxtasis. Todo se volvió borroso y perdí el sentido de la realidad. El torrente de adrenalina viajaba por mi cuerpo preparándose para la explosión. Pese al frío me sentía empapada de sudor. Mi respiración se aceleró y supe que estaba cerca de ese momento. Un remolino de colores se apoderó de mi cerebro, y mis cinco sentidos se habían vuelto hipersensibles. Sudor, caricias, besos, manos, aceleraciones, pulsaciones. Yo no era dueña dueña de mi cuerpo, era él. Y después todo se quedó e blanco".
Abrí los ojos en la regadera del hotel. El recuerdo estaba intacto en mi cabeza. El placer aun recorría mi cuerpo. No era amor, eso no era para nosotros. Tan solo teníamos un affaire, algo que se terminaría en pocos meses. Era consciente de eso. Nosotros no creábamos un paraíso cada vez que nos acostábamos, nosotros creábamos caos entre las sábanas. Yo era así, siempre lo he sido, un perfecto caos. Yo era fuego, lo supe una vez cuando contemplé las velas de mi pastel de cumpleaños. Yo era fuego y el era mi dinamita. Lo nuestro no era amor, era química pura. Una perfecta reacción química.
*****
Nota: Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.
Es la primera vez que escribo algo así, ojalá no haya quedado tan mal.
Me sujeté de su cuello y comencé a besarlo. El olor de su perfume me golpeó de repente, y me volvió loca, quería sentirlo. Lo besé más aprisa y más apasionadamente, su boca, su cuello, su pecho. Pero necesitaba más. Bajé mi manos hasta su pantalón y le baje el cierre. Sin pensarlo dos veces me alzó el vestido y me recostó sobre la mesa de metal, y noté que estaba helada por el aire acondicionado. El frío se coló por los poros de mi piel, erizándola. Las sensaciones que podía percibir mi cuerpo parecían haberse amplicado desde que él me había tocado. El torrente de sensaciones invadía mi mente y no me dejaba pensar con claridad, pero quién quisiera hacerlo en un momento así?
No pude evitar soltar un grito la primera vez que lo sentí dentro de mí. Colocó su manos sobre mi boca y yo me rendía ante sus caricias, sus besos y la forma en que me hacía llegar al éxtasis. Todo se volvió borroso y perdí el sentido de la realidad. El torrente de adrenalina viajaba por mi cuerpo preparándose para la explosión. Pese al frío me sentía empapada de sudor. Mi respiración se aceleró y supe que estaba cerca de ese momento. Un remolino de colores se apoderó de mi cerebro, y mis cinco sentidos se habían vuelto hipersensibles. Sudor, caricias, besos, manos, aceleraciones, pulsaciones. Yo no era dueña dueña de mi cuerpo, era él. Y después todo se quedó e blanco".
Abrí los ojos en la regadera del hotel. El recuerdo estaba intacto en mi cabeza. El placer aun recorría mi cuerpo. No era amor, eso no era para nosotros. Tan solo teníamos un affaire, algo que se terminaría en pocos meses. Era consciente de eso. Nosotros no creábamos un paraíso cada vez que nos acostábamos, nosotros creábamos caos entre las sábanas. Yo era así, siempre lo he sido, un perfecto caos. Yo era fuego, lo supe una vez cuando contemplé las velas de mi pastel de cumpleaños. Yo era fuego y el era mi dinamita. Lo nuestro no era amor, era química pura. Una perfecta reacción química.
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Nota: Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad o la surrealidad es pura coincidencia.
Es la primera vez que escribo algo así, ojalá no haya quedado tan mal.
Wooo, para se la primera vez te quedo excelente.
ResponderEliminarMe pareció muy buena!!! Me imagine a los protagonistas... no pude evitarlo
ResponderEliminarNo pude evitar colocarlo en... Bueno tú ya sabes Jajajajajaja me gusto OP
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