Esta es la última entrada que te escribo. No, de veras. Sé que lo he dicho en otras entradas, pero hoy me vino un rayo de luz y me di cuenta de que tenía que dejar de hacerlo. Y tu mismo has sido ese rayo. Sí, por fin entendí que vamos por caminos diferentes, y que quizá, en esos caminos, no nos toque toparnos. Cosas de la vida.
Pero ya no voy a escribirte, es mi propósito de año nuevo.
Un aprendizaje de la vida es aprender a dejar ir, y seguir adelante. Quizás fuiste mi recordatorio de esa lección. No puedo obligarte a que te quedes.
No voy a negarlo, fuiste la representación de muchas cosas que quería. A estas alturas, negarlo ya no sirve de nada. Hay que aceptar para dejar ir. Te agradezco por el arte, si, porque si algo sé de arte, es que los mejores trabajos salen de los corazones rotos.
Quería encontrar casualidades donde no las había. Quería saltar distancias cuando no se podía. Quería que coincidiéramos, cuando no se podía. Nosotros funcionamos a destiempo, como los rebeldes que somos, pero se nos olvidó que a destiempo no podemos coincidir. Se nos olvida que las estrellas no se alinean a nuestro antojo. Que tontos.
Pero ya no voy a escribirte, voy a escribirme.
Y quizás algún día leas todo lo que te escribí, y también será a destiempo. Como tu reloj, que va adelantando 5 minutos más que el mío. Así eres, así somos.
De nada sirve crearte un universo, si a ti te gusta ir de galaxia en galaxia.
Es momento de dejar de escribirte. Hay que dejar ir. (Pausa, lanzó un suspiro).
Estas son las últimas letras que yo te escribo.
FIN
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