Después de haberme tomado un pequeño break, estamos de vuelta en el blog. Voy a empezar diciendo que esta es la primera entrada que escribo con 33 años cumplidos. WOW. Pero bueno, vamos a entrar en materia.
Hace apenas una semana volví a Instagram, no es que me haya ido, sino que tenía problemas con el celular, así que no podía usar la aplicación muy bien, pero ya está solucionado. Así que me dispuse a explorar el mundo de IG, para ver que había de nuevo en estos meses que me había ausentado. Para pasar el rato, empecé a jugar con los filtros. O esas "benditas" herramientas que nos disparan autoconfianza, porque aceptemoslo, nos hacer vernos y sentirnos mejor. Comencé a verme con distintos filtros, algunos me ponían pecas, otras me cambiaban el color de los ojos pero la que más me impactó fueron aquellas que prácticamente te cambian las facciones de la cara. Me tomé una foto usando uno de estos filtros, y lo que pensé fue "gracias a IG ahora sé como luciría si fuera una muñeca bratz".
Sin embargo, también me di cuenta de que estas facciones, se han convertido en el "estándar" de belleza actual, o al menos así lo parece en muchísimas fotos que aparecen en la aplicación. Me di cuenta de qué un gran número de mujeres, lucía como ese filtro que yo había utilizado en la aplicación, pero a diferencia de mi, en ellas parece que el filtro se lo hubiesen aplicado de forma real: labios grandes, pestañas infinitamente largas, piel perfectamente lisa y maquillaje más o menos similar, resaltando los pómulos y con la cara afilada. Miles de fotos lucen una cara tan similar que es dificil notar diferencias entre una y otra. Fue entonces cuando me pregunté, ¿en qué momento se dijeron que estas facciones debían ser el estándar de belleza actual? ¿dónde hubo esa convención?
Cuando yo era una adolescente, recuerdo que me traumaba mucho el tamaño de mis labios. Usar labial no era una opción para mí porque me parecía que todo mundo me vería y dirían que "boca tan gigante tiene esa muchacha", así pasa muchos años, alejándome lo más posible del labial, hasta que un día, ya en la universidad, decidí usar un labial rojo. Pensé que era momento de desafiar mis complejos y me lo puse. Me sentí sumamente incómoda todo el día, pero no iba a sabotearme. Funcionó. Poco a poco empecé a pintarme los labios.
Conforme avanzó el tiempo, y se fueron creando todas estas redes sociales, y comenzaron a aparecer los "influencers" y algunas celebridades, el mundo de la belleza comenzó a dar un giro que yo no notaba mucho en ese entonces, hasta que hace un par de años alguien me dijo "quisiera tener unos labios como los tuyos", me pareció sumamente extraño recibir ese "halago" porque yo luché mucho tiempo contra ese trauma.
Entonces llegamos al tiempo de Instagram, y me di cuenta de que las personas comenzaron a obsesionarse con lucir de cierta manera, había videos de como hacer tus labios más grandes (con consejos dudosos), trucos de belleza y gente rellenándose los labios con inyecciones, y luciendo prácticamente igual, una tras otra. No, no es que tenga nada en contra de la cirugía plástica, sino más bien, lo que me parece incomprensible, es la obsesión por lucir iguales. La verdad no lo entiendo, ¿porqué?
A veces me parece un tanto irónico que, estando en una época donde se habla mucho de la autoaceptación, se encuentre la contracorriente de seguir un estándar de belleza que impuso quién sabe quién. ¿Será que algún día seremos capaces de evadir la presión social o el capitalismo ya está demasiado insertado en nuestro ADN?