domingo, 6 de noviembre de 2016

Work of Fiction: Reencuentro


Caminaba deprisa por la acera esperando que la lluvia no cayera sobre mí. El cielo se había pintado de gris desde la mañana, variando los tonos mientras jugaba con nosotros, haciéndonos adivinar el momento en que dejaría caer el agua sobre nosotros. Sin embargo, a esta hora el cielo estaba casi negro y la amenza de lluvia se había transformado en tormenta. Mire mi reloj. Marcaba las 6:15 p.m. Me reproché a mí misma el no haber traído el paraguas. Resignada, continue mi camino.

Doblé la esquina y me detuve en seco. Fue ahí cuando lo vi. Por un momento creí que había empezado a llover porque escuché el sonido de un trueno espantoso. Pero no me estaba mojando. Me paralicé. Todos mis pensamientos me abandonaron. Frente a mí yacía su figura. Él también me miraba mientras se llevaba el cigarro a la boca. Quise darme la vuelta pero ya era demasiado tarde. Y entonces, cuando pensé que mi mente ya no volvería a funcionar, un torrente de recuerdos pasaron frente a mí. Todos demasiado rápido  como para poder concentrarme en ellos, un flash de recuerdos que no paraba. Me llevé la mano a la cabeza tratando de recuperar la concentración. En ese momento sentí un crack dentro de mí. Un terremoto me sacudía por dentro ocasionandomé fisuras que se iban expediendo poco a poco.

Se suponía que no volveríamos a vernos. Nos habíamos separado hace ya algún tiempo, cada quien había seguido su camino y eso era todo. Yo había cerrado ese capítulo en mi vida. O eso creía. Porque tenía que reencontrarme con él? Para mí eso desafiaba todas las leyes de la física, o de la lógica. Lo miré, y eso me bastó para recordar el sabor de su boca. Quisé caminar pero después que haría? Iría hacia él o daría la vuelta? No sabía y por alguna razón no quería averiguarlo.

Miré hacia el cielo esperando que la lluvia cayera en cualquier momento. Deseaba que se desatara con toda su furia, que me empapara y que me ayudara a escapar de este momento. Lo mire de nuevo. Quise llorar pero me contuve. Di un primer paso. Me recordé a mi misma que su presencia no tenía porque detenerme, que todo era parte del pasado, que yo me había vuelto más fuerte.

El segundo paso me recordó el momento en que terminamos. Los siguientes, me trajeron recuerdos de nuestra relación. Lo buenos momentos y los malos. Las peleas, los paseos, los besos, y las caricias. Sentí que la respiración se me cortaba, y que un intenso dolor se apoderaba de mi cuerpo pero no me iba a detener. Porque había regresado? 

Mientras caminaba hacia él, los recuerdos pasaban ante mí, era una sensación extraña. Como si la realidad hubiera colapsado y se hubiera abierto un agujero en el tiempo, y me hubiera transportado a todos esos momentos en qué estaba junto a él. Por un momento sentí que comprendía el significado de las cosas, que entendía todo aquello que me había parecido incomprensible en otro momento.

Aunque la distancia entre él y yo era corta, a mí me pareció infinita. El sonido de las manecillas del reloj me llegó, pausado y distante, no con su habitual rapidez que me recordaba que el tiempo transcurría demasiado pronto y que yo me la pasaba gastándolo en cosas sin importancia. Las fisuras que se habían hecho dentro de mi iban espárciendose, levantando capas que yo había tardado años en construir. O al menos eso me parecía. No podía entender como el volver a verlo podía ocasionar todo eso.

Él último paso me dejó frente a él. Quizá el tiempo lo había cambiado un poco pero aún conservaba la calidez en sus ojos. Toqué su rostro y el contacto con su piel activó cada una de mis terminales nerviosas. Aun recordaba la textura de su piel, en todas sus diferentes formas. Seca, húmeda, suave, tersa, áspera. Todas las conocía, todas las había recorrido con mis manos y con mi boca, y yo amaba cada una de ellas. El olor de su perfume mezclado con el del tabaco entró por mi nariz, acelerando mi pulso y dilatando mis pupilas. Me sentía en un viaje, un viaje infinito.

Y entonces comenzó a llover.



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Nota: Esta una historia de ficción, cualquier parecido a la realidad o surrealidad es pura coicidencia.

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