A veces me gusta tirarme sobre la cama y escuchar música. Música y ya, nada más.
Porque a veces no encuentras palabras para explicar lo que sientes, y entonces debes dejar que la música lo haga por ti.
Apagó mi mente y me dejo llevar por la melodía, las notas, los acordes, las notas, las voces... por todo ese conjunto maravilloso que me transporta a otro lugar.
Y siento poco a poco como va invadiendo mis sentidos, se mete por mi piel y me corre por las venas. Fluye dentro de mí, como una fuerza cósmica que me ayuda a liberarme.
Y me rió, o lloro, bailo o solo permanezco inmóvil, dejándola que me hipnotice.
Intento guardar cada momento en mi memoria, pero son demasiados, y tan solo me dejo llevar.
A veces quisiera guardar cada canción, como un gran lista del soundtrack de mi vida. Porque no podemos negar que la música nos acompaña, y que hay un sinnúmero de canciones que nos traen recuerdos, que tienen nombre y apellido.
Existen aquellas canciones que nos hacen llorar y también hay otras que nos ponen de buenas. Tal vez la música sea la forma de comunicarnos con el universo.
Cierro los ojos y me concentró con la música. Y pienso que es un buen día para recordarte.
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