Contemplar la naturaleza se me hace algo impresionante. Cuando la miras de cerca, te das cuenta de lo fantástica que es. Quizá pareciera que cada estructura está hecha al azar, pero no, al contrario, está perfectamente planificada y lleva un orden. Algo tan "simple" como la hoja de una planta puede echar a volar tu imaginación. Te darás cuenta que tiene una textura característica, más flexible o más firme; de su color, si es verde, aunque seguramente no del mismo verde que las hojas de otra planta, o si tiene más colores, si es más brillante o más opaca. Puedes darte cuenta también de las ligeras líneas que la componen, o si sus hojas tienen otras formas. Si es grande o es pequeña. Te darás cuenta, de que no encontrarás otra hoja igual en la misma planta, quizás halles alguna extremadamente parecida pero no igual.
Cuando contemplo la naturaleza, me pongo a pensar en todos los años de evolución que tuvieron que pasar para que esa determinada planta naciera. Miles de años de evolución, de lucha, de adaptación, de supervivencia. De prueba y error. De vivir y de morir.
Imagino como los átomos encontraron la
forma correcta de embonar para formar las moléculas correctas. Y ellas, a su
vez, comenzaron a unirse, en grupos, cada vez más perfectos, como las piezas de
un rompecabezas. Se dieron cuenta que la unión hace la fuerza. Que juntas
formaban una estructura que funcionaba cada vez mejor, que era cada vez más
fuerte, más bella.
Cada vez que mejoraban, que se reinventaban,
creaban algo más maravilloso. Adquirían formar y colores, cada vez más
vibrantes, cada vez más exóticos, que se fusionaban en una majestuosa pintura
llamada vida.
Es extraño pensar en ello, pero me parece
fascinante. Hago un recuento mental rápido, desde el Big Bang hasta ahora. Es
abrumador. Y allí están, las pequeñas células, acomodándose, reinventándose,
creando algo nuevo aunque nosotros no nos demos cuenta de ello. Se sobreponen
al clima, y a los condiciones extremas, a los días malos, esperando que al
siguiente día, su madre, la naturaleza, los cobije con algo mejor.
Admiro a esas pequeñas células. Admiro nuestra madre Tierra. Toma una hoja, un pétalo, un fruto. Obsérvala. Siente. Es una hermosa creación. Es un regalo.
Moja los pies en el mar, deja que el agua alimente tu sistema nervioso y despierte tus sentidos. Huele la comida, el resultado de ese olor y de ese sabor es la perfecta combinación de muchísimas reacciones químicas.
Ahí hay belleza, aunque a veces no seamos capaces de percibirla. Ahí esta la magia.
Uf, creo que esa revelación espontánea que tuvo de lo increíble que es la naturaleza yo la tuve con animales (ahí está la entrada en mi blog) explico que los insectos y otros animales para mí me vuelan la mente, les doy un valor mayor que a muchos humanos, y sí la naturaleza es la neta, en Yucatán por ejemplo ver los cenotes y nadar en ellos es simplemente estar en otro planeta se lo juro.
ResponderEliminarLa verdad que cuando te pega una de esas revelaciones se siente algo diferente, es como si valoraras más lo extraordinario y bello de la naturaleza, que a su vez puede llegara ser terrorífico. No sé, es una sensación especial. Definitivamente yo diría que los insectos son los animales más infravalorados de todos, y mire que son sumamente importantes en la naturaleza. Aun no he tenido la oportunidad de ir a Yucatán, pero sin duda esta en mi lista de lugares pendientes. :)
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